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Tucumán es la cuarta provincia argentina con más dengue por habitante. El clima es un factor importante pero no el único

El dengue existe desde hace mucho tiempo en el país. Evidentemente, en los últimos años se hizo poco o nada para combatirlo. AHORA SE PAGAN LAS CONSECUENCIAS.

  Argentina atraviesa la peor epidemia de dengue de la historia, con más de 230.000 casos diagnosticados y 161 muertos, y si bien se trata de una “enfermedad democrática” según la definen los especialistas, admiten que la pobreza la potencia. El vínculo entre dengue y vulnerabilidad social surge de la calidad de las viviendas, el hacinamiento, la forma de almacenar el agua y de tratar o no los residuos. A eso hay que sumar las dificultades para acceder a centros de salud y para comprar repelentes.

Los expertos subrayan que el dengue no es una enfermedad de la pobreza, aunque esta condición la “favorece”. 

El 92% de la población argentina es urbanaMaría Victoria Boix, directora de Ciudades del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), precisa que uno de cada tres hogares en la Argentina presenta problemas graves en su vivienda. De ese total, un tercio tiene condiciones “tan malas” que requieren de una vivienda nueva, mientras que el resto tiene inconvenientes cualitativos, por ejemplo, falta de conexión a un servicio básico como agua, luz o cloacas y hacinamiento crítico (más de tres personas por habitación). Esos problemas son los que profundizan las posibilidades de contraer dengue.

 En las últimas décadas, en Argentina se dio una expansión “desordenada” de las ciudades con dos fenómenos: más villas y asentamientos, y más barrios cerrados. Hay más de 6000 barrios populares en los 33 conglomerados urbanos del país. Hay una situación crítica; el 90% no tiene agua corriente, el 97% no tiene red cloacal, el 99% no tiene gas y el 66% no accede a la energía eléctrica formal. Los dos primeros ítems son cruciales para la salud.

Adolfo Rubinstein, ex ministro de Salud de Nación, sostiene que hay un “vínculo absolutoentre pobreza y dengue. Plantea que existen diversas capas de factores, desde lo que tiene que ver con lo geográfico y lo climático y, entre los determinantes “más importantes”, aparecen los sociales.

En infraestructura pobre hay desde falta de tratamiento de las aguas a falta de recolección de residuos y gente que vive hacinada. Así los focos de la enfermedad empiezan a asentarse con más impacto en las zonas más pobres, en áreas no endémicas, en las zonas marginales de las ciudades. No es que solo se enfermen los pobres, pero la proporción es mayor”, señala Rubinstein.

El infectólogo Eduardo López comenta que la pobreza “favorece” que la reproducción de la enfermedad sea “más fácil y rápida”, ya que en una habitación donde hay cinco personas el mosquito transmisor pica a más individuos en menos tiempo. “¿Cómo hablar de descacharreo a quien no tiene agua o pedirle que pongan un mosquitero en la cama? No se puede, no tienen cómo. El Estado podría preparar citronela que como repelente dura menos, pero tiene eficacia, y entregarla a precio bajo o gratis”.

López afirma que el problema no se termina con el descenso de las temperaturas, hay que seguir educando y concientizando sobre descacharreo en invierno para que en septiembre “no hagan eclosión” los huevos. Menciona, por caso, que no hay un control de las obras en construcción, que dejan agua de reservorio, lo que es un “foco ideal” para que el mosquito Aedes aegypti ponga los huevos. O el caso de las gomerías, que apilan gomas en las veredas, acumulan agua y son un reservorio de larvas.

Indica además que fumigar “no se discute”, es una práctica que se hace en Singapur, en Miami, en Panamá: “Tiene que ser focalizada, dirigida; mata al individuo adulto por siete días y baja la cantidad de mosquitos, quedan menos”.

TICHO para Sin Codigo Tucumán. Con datos de Gabriela Origlia, La Nación

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