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Una cosa es el teatro de la política, lo que está bien, y otra la política como teatro, que está mal y nos está sobrando. ¿Desde cuándo? Digamos que desde hace un buen rato.

¿Qué otra cosa es, si no es teatro, que Massa elegido (o casi autoelegido) ministro y candidato, reciba, en el mejor de los casos, la ignorancia de sus jefes? Del presidente Fernández, que aunque parezca raro sigue siéndolo del país. Y también de la vice Cristina, que sigue siendo jefe del peronismo, aunque como se puede ver, de capa caída.

Y aquí llega la parte grande del teatro. Para simular acuerdos, ponen al camporista Wado de Pedro, fallido precandidato a presidente de Cristina, como jefe de campaña de Massa. Y de Pedro, que además tiene el cargo de ministro del Interior, se borra olímpicamente de la jugada de Massa de puentear las paritarias y meter bonos salariales de prepo a empresas, provincias y hasta las intendencias.

Les mete la mano a las finanzas provinciales y los gobernadores chillan y diez, al menos, se alzan de manos y dicen que no van a pagar. ¿Y de Pedro? No sabe/no contesta. Massa viene derrapando desde que demoró el acuerdo con el Fondo y no pudo enarbolar la bandera trucha de agarré el país en llamas y gracias a mí no explotó.

Después multiplicó acreedores pasando la gorra a yuanes chinos y dólares de la ex Corporación Andina de Fomento y hasta de Qatar. Otra gran maniobra de la que nadie se da cuenta. Eso cree Massa.

Y, al final, tercer error: una devaluación sin plan al día siguiente de terminar tercero en las PASO. Las ventajas se le diluyeron en pocas semanas. Sobre llovido, mojado: cedió a las presiones y metió medidas compensatorias, como los bonos que generaron líos por todas partes. Massa decide como candidato, no como ministro. Y el candidato obliga al ministro a tomar malas decisiones económicas.

Frente a esta enorme crisis, el país necesitaría instituciones fuertes y decisiones racionales. Pero así estamos, en un gran vacío. Comedias o, mejor dicho, tragicomedias iguales o peores nos ha deparado la política como teatro. Nada nuevo: prórroga por enésima vez de precios justos, precios cuidados, precios para todos y todas, etc. Plan Llegar, Plan Platita II, III, IV o váyase a saber qué número, Plan Después Vemo’. Lo concreto: la inflación de agosto fue la más alta del año. Y la de septiembre será peor. Ya no es novedad ni para decir cómo será la cosa que hasta Alberto Fernández critica la campaña electoral de Massa. Alberto: la campaña puede ser mala, en realidad no arrancó. Pero si pierden, van a perder sobre todo por tu gestión. Tu gestión es la de Massa.

Para Massa, sería mucho mejor que el presidente no abriera la boca. Está claro que Fernández pudo administrar un poder ajeno, como el de Kirchner, y como Kirchner quería. Pero no pudo administrar el propio. Difícil disimular los resentimientos que fue cosechando en el gobierno, que una vez se vendió moderado. Llamen a un psicólogo mejor que a un gurú electoral.

Campeón de echar culpas, es como si dijera a propios y extraños: ¿y qué quieren, si el club no me trajo los jugadores que necesitaba y algunos eligieron el peor momento, como Máximo, para borrarse? Así no hay quién pueda.

A un costado del escenario principal, Cristina, como Massa, rascó el fondo de la olla para encontrar motivo y dar tibio presente: denunció a su vecina Tezanos Pinto de ser cómplice de la imaginaria conspiración de los copitos. La excusa: se cumplió un año del atentado. No se sabe si le traerá votos pero se ve que la calesita es cada día más chica. De lo que realmente importa, Cristina no dice nada porque no sabe qué decir. ¿O acaso va a defender la devaluación y el ajuste del FMI?

Para disimular, la CGT es la única que va en ayuda del candidato: hará este lunes, en Parque Norte, una cena para juntar plata. En realidad, estas recaudaciones son para justificar en la justicia electoral de dónde salen los fondos de la campaña, que todo el mundo sabe que salen de otros lados.

La onda expansiva del kirchnerismo alcanza de lleno al movimiento obrero. Surfeaba cualquier ola, ya no. Si alguien tenía una visión estratégica en el peronismo eran los sindicalistas, que miraban más lejos quizás porque sabían que iban a sobrevivir a los políticos. Ahora están tan perdidos como ellos.

Es más que probable una campaña dominada por la economía. Está Milei, que es del palo y que esta semana se enteró que en el recuento no había pasado el 30 por ciento. Y ya está en la cancha Melconian, por Juntos, también del palo y como Milei, sin pelos en la lengua. Bullrich se fortalece con Melconian.

Dos economistas contra un ministro de Economía, abogado. El que luce bien por ahora es Milei, que tiene un auditorio blindado. Será interesante ver qué penetra más en el votante: si el discurso racional o el jarabe de pico de la promesa electoral, materia en la que Massa no tiene competencia.

Pero hay otro drama que se mete en la campaña, que duele y que tal vez pese si no igual, parecido a la inflación y demás: los asesinatos, la inseguridad. Y, de nuevo, como con Macri yéndose a jugar al bridge, Juntos le hace campo orégano al resto.

Ahora, nada menos que Burzaco, ministro de Seguridad porteño, sacó boleto para irse a Estados Unidos a ver el US Open. Larreta, el contemporizador que renunció a controlar la calle porque temía más las críticas del progresismo que las de los vecinos, dejó de serlo y le sacó tarjeta roja. Es lo que hubiera hecho Bullrich. Pareciera que quieren ser Juntos./clarín

Por: RICARDO ROA

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