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Es una amenaza para los recursos económicos y la estabilidad ecológica

La flota china continúa avanzando en su depredación de los mares sudamericanos. Esas embarcaciones comprometen los recursos pesqueros de los países como Argentina y otros vecinos.

El número de embarcaciones que llegan desde otras latitudes, principalmente de China, se quintuplicó en la última década. En 2013 se contabilizaron 74 embarcaciones de bandera china, en 2021 fue de 429.

“Estamos en frente de una flota que opera sin ningún tipo de control depredando el ecosistema marino del Atlántico Sur, y que su crecimiento es tan rápido y veloz que ningún ecosistema lo puede soportar”, explica Milko Schvartzman, experto en pesca ilegal en América Latina. La depredación de la flota pesquera china no solo es un problema medioambiental sino económico. La pesca indiscriminada afecta directamente a las actividades de los pescadores locales (de Argentina), a la seguridad alimentaria de los ciudadanos del país y a las fuentes de empleo.

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Las comunidades costeras de la Argentina dependen de la pesca para su economía. La pesca legal dentro de la zona económica exclusiva del país, se destina en más de un 90% a las exportaciones. Si la depredación china sigue sin control, podría generarse un colapso comercial y de empleo en la pesquería de Argentina.

Cada año, alrededor de 400 barcos chinos llegan a aguas del Atlántico Sur para situarse en los límites de las zonas económicas exclusivas de países como Ecuador, Perú, Chile, Brasil y Argentina. Además de las prácticas de pesca ilegal, la flota china tiene registros de que en sus barcos suceden crímenes como esclavitud, trabajo forzado, tráfico ilegal y trata de personas.

Los gobiernos latinoamericanos, y Argentina en especial, son reacios a poner en peligro el comercio, los préstamos y las inversiones de la República Popular China al exigirle que asuma la responsabilidad de su flota pesquera y dejen de hacer el daño que están haciendo en los mares.

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