Tarde o temprano, la gente entiende que el camino para la realización personal es el ESTUDIO
Dora finalizó sus estudios secundarios en el C.E.N.M.A (Centro Educativo de Nivel Medio para Adultos) anexo Casa de Gobierno, ubicado en el Barrio Patricios, de Córdoba. Su historia es un ejemplo de que estudiar a cualquier edad es posible y que la educación puede abrir nuevas oportunidades, incluso después de la jubilación.
“Fue una materia pendiente en mi vida, porque tengo mis hijos que todos son profesionales y yo estaba ahí colgada, no lo podía hacer hasta que tuve la oportunidad. Antes no me uní por problemas de trabajo y demás, pero se me presentó la oportunidad ahora y la aproveché”, relató Dora sobre la decisión que marcó un antes y un después en su vida.
La motivación de Dora para retomar los estudios surgió del deseo de completar una etapa que había quedado inconclusa. Cuando le preguntaron cuántas materias le faltaban al regresar a la escuela, respondió con énfasis: “¡Todas! Todas”. “Lo hice entero”, afirmó, dejando claro que su regreso al aula implicó cursar el secundario completo durante tres años.
La experiencia en el secundario resultó transformadora: “Maravilloso. Muy bueno. Los profes no te digo nada, uno mejor que otro. No te puedo decir que uno fue más bueno que el otro porque te miento, todos divinos, tanto los profes como las demás personas que trabajan en el colegio. Me ayudaron muchísimo”.
El ambiente de la institución, orientada especialmente a la educación de adultos, le permitió a Dora compartir el proceso con compañeros que atravesaban situaciones similares. “Lengua es lo que más me gusta. Escribir, escribir muchísimo. Sí, sí, sí. Leer y escribir. Las dos cosas”, contó sobre sus materias preferidas y su pasión por la lectura y la escritura.
Durante su juventud trabajó como empleada doméstica y, tras la muerte de su esposo, encontró el momento para priorizar sus propios sueños. Sus padres llegaron a Córdoba desde el norte: Rafael, catamarqueño; Dora, tucumana. Se instalaron en barrio Patricios, donde construyeron su casa y su vida.
Rafael trabajó durante años en una metalúrgica y luego como albañil. Las dificultades de salud marcaron sus últimos años y lo deterioraron rápidamente. Murió joven, a los 67.
Desde hacía años, Dora repetía que quería terminar el secundario. Lo decía como una deuda personal, pero también con una dificultad concreta: no sabía cómo conseguir el certificado de finalización de la primaria, que había cursado en Tucumán y que necesitaba para poder inscribirse. El trámite llevó tiempo.
Finalmente, el documento llegó por mail, en un PDF, y permitió destrabar el inicio. Incluso antes de tener todos los papeles completos, comenzó a cursar. La institución contempló la situación y le dio lugar. “Era una materia pendiente”, resume su hijo Esteban. Y ella estaba, simplemente, “chocha”.
Los desafíos que se vienen
Con el secundario finalizado, Dora ya proyecta nuevos desafíos. “Voy a ver si tengo alguna posibilidad de estudiar en la universidad. Hay cursos cortos, así que quiero hacer algo de eso, si Dios quiere”, cuenta. Su interés está puesto en las propuestas breves de la Universidad Nacional de Córdoba, una alternativa que percibe como accesible y estimulante para seguir aprendiendo.
