La unidad peronista en Tucumán: una foto para la tribuna y un guion mal actuado

Detrás del discurso de unidad, se esconde una interna feroz entre jaldistas y manzuristas que solo fingen cohesión hasta el 26 de octubre

Por SIN CODIGO

El peronismo tucumano atraviesa una de sus etapas más teatrales. Sobre el escenario, todos declaman “unidad”, se abrazan frente a las cámaras y repiten el libreto de la lealtad partidaria. Pero entre bambalinas, las tensiones hierven, los pases de factura se acumulan y los cuchillos están afilados para el lunes 27, cuando se apaguen las luces de las elecciones y vuelva a reinar la crudeza del poder real.

La supuesta unidad que hoy proclaman Osvaldo Jaldo y Juan Manzur no es más que un pacto de supervivencia. Se unieron, o mejor dicho, se “mostraron unidos”, por temor: a La Libertad Avanza y a perder el control de un territorio que históricamente fue bastión peronista.

La postal de este 17 de octubre, una prueba de que no hay tanta unidad

El Día de la Lealtad volvió a desnudar lo que todos saben pero pocos se animan a decir: el peronismo tucumano está partido en dos. De un lado, Jaldo encabezó un acto multitudinario en Ranchillos, rodeado de militancia, dirigentes y funcionarios que -por convicción o conveniencia- debían estar presentes junto al gobernador candidato.

Del otro lado, Manzur, más contenido pero firme, realizó su propio acto en Yerba Buena, acompañado por su entorno más leal: Luis Romano, jefe del MUP (Movimiento de Unidad Popular); Pablo Yedlin, diputado nacional y ultrakirchnerista; y su hermano, el legislador Gabriel Yedlin.

Dos actos, dos escenarios, dos discursos. La unidad, claramente, fue solo para la foto. ¿Por qué Manzur, Romano y los Yedlin no acompañaron a Jaldo?

La lapicera que ordena y el temor que disciplina

Muchos dirigentes habrían querido mostrarse con Manzur -con quien se sienten más identificados ideológicamente, sobre todo por su rechazo frontal a Javier Milei-, pero nadie se anima a desafiar al que tiene la lapicera.

Jaldo hoy reparte los recursos, define el presupuesto y puede decidir la suerte política (y económica) de cada municipio o comuna. En Tucumán, enfrentarse al gobernador no es gratis: basta recordar lo que ocurrió con Tafí Viejo cuando se rebeló al Pacto Fiscal. Terminó volviendo al redil, como perro arrepentido.

Una tregua con fecha de vencimiento

Hasta el 26 de octubre, todos los “cumpas” seguirán sonriendo para la cámara, compartiendo actos y publicando mensajes de hermandad peronista. Pero el lunes 27 de octubre, una vez cumplido el objetivo electoral -y con el ultrakirchnerista Javier Noguera electo diputado nacional-, volverán los desencuentros, los reproches y las operaciones cruzadas.

Porque lo que verdaderamente se disputa no es el presente, sino el 2027, la “madre de todas las batallas”, cuando se elijan gobernador, intendentes y legisladores provinciales.
Y ahí, la pelea será sin disimulo.

Los incómodos de Ranchillos

¿Rossana Chahla, Miguel Acevedo, los mellizos Orellana, Sandra Mendoza y otros tantos dirigentes se habrán sentido cómodos, este viernes en Ranchillos, junto a Jaldo?

Muchos estaban ahí porque la foto era obligatoria. Porque en el peronismo tucumano no estar en la foto equivale a estar fuera del reparto.

El peronismo, ese eterno arte de vender ilusiones

Así es el peronismo: como un vendedor de autos usados, te sonríe, te envuelve, te convence de que todo está impecable… y cuando el motor se funde, el problema es tuyo.

La unidad tucumana no es más que eso: una operación de marketing político, un acting de campaña donde cada actor busca sobrevivir y acomodarse en el reparto del poder.

La verdad es que la unidad no existe. Solo existen intereses, ambiciones y estrategias de supervivencia.

Y cuando pase el 26, los “cumpas” volverán a mostrar los dientes.

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