Muchos años ejerciendo el poder lleva, inevitablemente, a cometer errores y… excesos. Se da en el ámbito Ejecutivo, Judicial y Legislativo. Se da en Tucumán y en cualquier ciudad donde no se da la alternancia del poder
El poder debe ser transitorio. Un líder -como José Alperovich– o un partido -el caso del PJ- que gobierna por demasiado tiempo, aunque haya sido elegido democráticamente, termina convirtiendo la democracia en un sistema viciado. La alternancia no es solo un mecanismo electoral, sino una garantía de que el poder sigue estando en manos de la gente y no de una élite política enquistada.
Cuando un partido -como el caso del Partido Justicialista en Tucumán- o un líder se mantiene en el poder por décadas, las instituciones tienden a debilitarse, la corrupción se normaliza y la alternancia política se vuelve casi imposible, debilitando la democracia.
Por qué es peligrosa la permanencia prolongada en el poder
Un Gobierno, de un mismo espacio político, que se perpetúa suele colocar jueces, fiscales y funcionarios leales, garantizando impunidad y debilitando la independencia de los organismos de control.
La maquinaria del Estado se convierte en una herramienta de reelección permanente, ya sea a través del clientelismo, la manipulación de la Justicia o el control de los medios de comunicación.
Sin alternancia, los políticos dejan de rendir cuentas y gobiernan para su propio beneficio. La falta de competencia real permite la acumulación de riqueza y poder sin consecuencias.
Aunque haya elecciones, si el sistema está diseñado para beneficiar siempre al mismo partido o grupo, la democracia se convierte en una simulación. Y es aquí donde es importante insistir en la modificación del sistema electoral de la provincia: eliminación de los acoples y boleta única, para hacer más transparente el proceso electoral y que la voluntad popular se vea fácilmente reflejada.
La importancia de la alternancia en el poder
La rotación de partidos y líderes en el Gobierno es fundamental para la salud democrática. La alternancia impide que un solo grupo se adueñe del Estado, fomenta la renovación de ideas y permite que la ciudadanía exija mejores resultados.
En países donde la democracia es sólida, los cambios de gobierno ocurren de manera natural y no generan crisis. En cambio, en lugares donde un partido gobierna durante décadas, cualquier intento de cambio es visto como una amenaza -como es el caso a nivel nacional, cuando no gobierna un peronista- lo que demuestra que el sistema está enfermo.
Tucumán es un ejemplo de cómo la falta de alternancia puede dañar una sociedad. Con más de 40 años de gobierno peronista, la provincia enfrenta altos niveles de pobreza, corrupción e inseguridad. Sin competencia real, los gobernantes no tienen incentivos para mejorar la vida de los ciudadanos, ya que saben que, pase lo que pase, seguirán en el poder.
Qué valoración existe entre los tucumanos con respecto a las instituciones democráticas
Es muy negativa. La ciudadanía percibe que el sistema está diseñado para beneficiar a una élite política y empresarial, mientras que el ciudadano común carece de herramientas reales para cambiar la situación. Esto es debido a la corrupción, la falta de independencia y la impunidad que se percibe en la política y la justicia.
La Justicia, en general, se considera dependiente del poder político, con jueces alineados al oficialismo y fallos que favorecen a los gobernantes. Los casos de corrupción rara vez tienen consecuencias, y la lentitud judicial genera desconfianza.
Con respecto a la política, la dirigencia está muy desprestigiada. La provincia ha sido gobernada por el peronismo casi siempre desde el regreso de la democracia, y la clase política es vista como una casta que se enriquece mientras la población sigue en la pobreza. La falta de alternancia y el uso del aparato estatal para perpetuarse en el poder generan rechazo.
La Seguridad Jurídica puede llegar a ser prácticamente inexistente. Las reglas de juego cambian según la conveniencia política, lo que desincentiva inversiones. Los empresarios locales deben adaptarse a un sistema donde la “rosca” y los contactos son más importantes que la Ley.
La democracia -a pesar de que hay elecciones- está debilitada por el clientelismo, la compra de votos (a través de comida, dinero, cargos, etcétera) y el uso del aparato estatal para condicionar a la población. La pobreza extrema y la falta de educación favorecen la manipulación política, lo que hace que las elecciones no siempre reflejen una decisión libre e informada de los votantes.
La importancia del voto, como única herramienta democrática, se necesita recuperar
En Tucumán, y en el país, la herramienta más poderosa que tienen los ciudadanos para hacerse oír y producir un cambio es el voto.
La provincia lleva cuatro décadas bajo el dominio de un mismo signo político. En este contexto, muchos tucumanos han perdido la fe en las elecciones, creyendo que nada cambiará.
Pero esa resignación es precisamente lo que el poder busca. Si el ciudadano se convence de que su voto no vale, si decide no participar o simplemente elige “el mal menor”, el círculo vicioso se perpetúa. Es cierto que el sistema tiene fallas, que el aparato estatal es utilizado para condicionar voluntades y que el fraude, en sus diversas formas, sigue siendo un fantasma en cada elección. Pero la única forma de romper con esta estructura es ejerciendo el derecho al voto de manera consciente.
La democracia no es solo un ritual electoral; es una herramienta que, bien utilizada, puede cambiar la realidad. Si cada tucumano votara con responsabilidad, sin dejarse llevar por promesas vacías, dádivas o el miedo a perder un beneficio, el escenario político de la provincia sería distinto. Los políticos dependen del voto popular para sostenerse en el poder, y es ahí donde radica la verdadera fuerza de la ciudadanía.
Es momento de dejar de ver la política como un espectáculo ajeno y asumir el papel de protagonistas. No se trata solo de elegir entre nombres o partidos, sino de apostar por un futuro diferente. Tucumán no cambiará si los ciudadanos siguen votando con resignación o apatía. El cambio comienza en las urnas, pero para que sea real, cada voto debe ser una decisión consciente, informada y libre.
Lo último que se pierde es la ESPERANZA. Somo personas que merecemos vivir mejor, en un lugar LIBRE, SEGURO y PUJANTE.
TICHO para SIN CODIGO