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Reflexiones del doctor en Psicología Ricardo Iacub 

“Tapar la vejez es un problema. Nuestra sociedad venía de una generación donde la vejez era sinónimo de enfermedad, de deterioro, donde sólo se focalizaban en la parte negativa de la edad adulta. Y poco a poco fue naciendo un movimiento, muy similar al de las minorías, que tendió a llevar la mirada hacia el otro extremo. Y ahora parece que solo tenemos que hablar de las virtudes de la vejez. Que los viejos se tienen que tirar en paracaídas, escalar montañas, tatuarse…”, dice Ricardo.

Evidentemente se está viviendo una nueva cultura en relación a la vejez. “La longevidad existió siempre, pero era un privilegio para pocos. Hoy es la primera vez en la historia de la humanidad que empieza a ser un fenómeno colectivo y social. Y dentro de eso se está viviendo una nueva longevidad. Lo que tenemos que saber es que todos vamos a envejecer, y que no lo vamos a poder esconder”, continúa el psicólogo.

¿Está mal usar la palabra viejo o se debería decir adultos mayores?: “Si la palabra referente de adulto es adultez , la palabra referente de vejez es viejo. De ninguna manera tenemos que construir un mito colectivo por negarnos a nombrar la palabra viejo. Desde el punto de vista psicológico, si hay algo que el otro se va a dar cuenta en algún momento es de la edad que tenemos. Por más que yo diga, “soy una persona mayor”, el otro va a decir “sí, sos un viejo”. Hoy, la nueva rebeldía es asumir que somos viejos, amigarnos con la edad. Y no quiere decir que nos tengamos que quedar en casa, en la mecedora. Para nada. Ni irnos al otro extremo del paracaídas”.

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Consultado sobre por qué cuesta tanto confesar los años que se tiene, Ricardo dijo: “El problema ahí tiene que ser del otro, no mío. Yo soy lo que soy. Tenemos que entender que no debemos borrar la vejez, porque todos nos vamos a arrugar. Hay que aceptarlo. Es un problema de identificación, como cuando creemos que este saco nos queda demasiado grande o que nos deforma… Yo tengo 58 años y en algún punto me siento un chico, y en otros me siento grande. Depende para qué. A esta edad crecí profesionalmente, me siento mejor que hace 20 años. La edad no es un sello donde se imprime quien soy. La vida no se define por lo que el otro sabe de vos. El otro día una paciente me decía: “yo no me siento vieja porque soy alegre”. Ahí está la clave. Te puedo asegurar que ningún grupo festeja tanto la vida como el de los viejos. Los adolescentes necesitan tomar alcohol para pasarla bien. Los viejos no. Suben a un micro de jubilados y ya están festejando”.

Ante la pregunta de cuándo comienza la vejez, el psicólogo afirma: “Acá a los 60. En los países desarrollados a los 65. Pero se trata de una referencia que organiza lo esperable para cada etapa vital, desde estudiar, trabajar o retirarnos. Hoy la vejez es altamente heterogénea. Antes todos los viejos envejecían más o menos de la misma manera. Había una institucionalización de la edad. Ahora, tanto el género como la edad se convirtieron en variables mucho más blandas. El gran logro de esta cultura es que nadie nos encierra en parámetros de edad muy rígidos. Pero eso no significa de ninguna manera que tengamos que juvenilizarnos permanentemente. Me encanta ver a Paul McCartney cantando a los 82 años y esa diversidad enorme de vejeces que existen. Porque nos evita quedar atrapados en la cárcel de la edad y que alguien te diga lo que tenés que hacer. Estamos viviendo en una diversidad enorme de vejeces”.

¿Se perdieron los límites de edad?: “Sí, yo creo que hay límites sociales de la edad que se han perdido, con las nuevas actitudes, los roles. Hay cada vez más viejos paseando por todo el mundo… Son nuevas formas de envejecer porque esta sociedad está dando permisos que antes no daba. Lo vemos claro en la sexualidad. Hasta hace un tiempo la figura del viejo verde era una figura muy cristalizada en nuestra cultura. El viejo que tenía sexo era un perverso o un ridículo. Lo mismo que las mujeres. Ahora no, estamos en un momento de conquista de libertades”.

¿Cuándo es el momento de decir hasta aquí llegué?: “Se trata de procesos progresivos, muy individuales. Pero siempre hay que evaluar el riesgo de sacarnos las botas antes de tiempo, porque ahí es donde pueden llegan las depresiones, las enfermedades. El trabajo es un recurso que le da sentido a la vida. Por eso son importantes los programas prejubilatorios. De todas maneras, para que la jubilación sea realmente una elección voluntaria, debería haber condiciones que hoy no las veo en el país. Hay gente que no puede dejar de trabajar porque inmediatamente pasaría a cobrar la mitad. Acá, la gente que se jubila se empobrece. Esa es la verdad. Ahora, si estamos en condiciones de elegir, podríamos ir haciendo arreglos con la vida, trabajar menos, disfrutar más”.

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Con información de Diana Baccaro, Clarín

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