La visita del senador Juan Manzur a la intendente capitalina movió el avispero peronista. En Tucumán, la política nunca descansa. Y menos cuando en la misma casa conviven dos jugadores con ambición, buena imagen y cero ganas de ceder protagonismo
El gobernador Osvaldo Jaldo y la intendente Rossana Chahla están en un matrimonio por conveniencia: están obligados a coexistir, pero no necesariamente se soportan. Se toleran, se espían y, cuando pueden, se mueven la silla. Todo sin romper el pacto. Al menos, no todavía.
Chahla es manzurista de la primera hora. Fue el entonces gobernador, Juan Manzur, quien la sacó del Instituto de Maternidad -donde fue directora por muchos años- y la proyectó políticamente: primero como ministra de Salud, luego como diputada nacional y finalmente como intendente de la capital tucumana, tras vencer al alfarismo. Su crecimiento fue meteórico, quirúrgico. Jaldo, que nunca digirió bien la “invasión manzurista” en su territorio, la aceptó como parte del reparto del poder, pero siempre con el ceño fruncido.
Ahora, con Jaldo como gobernador y Chahla manejando la estratégica Municipalidad de San Miguel de Tucumán, ambos están obligados a repartirse los “hijos políticos”: los dirigentes, punteros y funcionarios que hacen la diaria del PJ. Pero bajo esa superficie de cordialidad institucional, hay una guerra fría en marcha. Y en esa guerra, cada gesto importa.
Una picardía de Jaldo -TRUCO- y la respuesta inesperada de Chahla -RE TRUCO-
La jugada del mandatario provincial fue filosa: se mostró en una postal amistosa junto al ex intendente Germán Alfaro y su esposa, la senadora Beatriz Ávila. Una alianza insólita a simple vista, pero políticamente efectiva. Un doble golpe: por un lado, desacreditaba la ofensiva judicial que la gestión Chahla había lanzado contra Alfaro. Por el otro, le mostraba a la intendente que no estaba sola en el tablero.
Pero la Jefa Municipal no se quedó quieta. Tomó aire, evaluó la escena y devolvió con astucia. Este lunes, a primera hora, apareció en la sede municipal el mismísimo Manzur. Así, sin más. Una foto, un abrazo, algunas declaraciones, y el mensaje quedó claro: si Jaldo juega con Alfaro, ella juega con Manzur, y no está sola -como algunos cumpas quieren hacerla parecer-. Y lo hace en su terreno.
Fue un “quiero re truco” en toda regla. Porque si bien Jaldo es el mandamás provincial, Chahla pisa fuerte en la capital y tiene espalda propia, aunque muchos lo nieguen. No responde con obediencia ciega ni se deja amedrentar por los gestos del Ejecutivo. Lo más importante: muchos la subestiman, y se equivocan. Quizás porque no viene de la rosca tradicional, quizás porque su estilo descontracturado confunde. Pero la señora juega. Y juega en serio.
El peronismo tucumano, mientras tanto, sigue dividido en manzuristas -o los anti Milei o kirchneristas, y que no son pocos, son muchos más de los que se muestran-, y los jalditas -llamados dialoguistas con el Gobierno de Milei-. Todos lo saben, aunque nadie lo diga en voz alta. Los jaldistas repiten que apoyan al gobernador, pero muchos lo hacen con los dedos cruzados detrás de la espalda.
La partida recién empieza. Octubre marca una parada clave con las elecciones legislativas. Pero la verdadera final es en 2027. Y ahí no hay lugar para el empate.
Hasta ahora, Chahla ya le cantó re truco. ¿Responderá Jaldo con un “quiero vale cuatro”?
El mazo está sobre la mesa. Y las cartas, lejos de estar echadas, siguen cambiando de manos.
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