La alquimia de Jaldo para las elecciones: mezclar agua con aceite, justificar una posible testimonial y balancear el amor-odio a Milei

El gobernador tucumano quiere fabricar oro electoral con materiales disímiles: unidad con anti-mileístas, posible testimonial y una relación ambigua con la Casa Rosada. ¿Podrá su fórmula sobrevivir a la prueba de las urnas?

Por SIN CODIGO

En tiempos de campaña, la política tucumana se parece más a un laboratorio de alquimia que a una hoja de ruta clara. Y su principal alquimista es Osvaldo Jaldo, gobernador, conductor del PJ local y, en estas semanas, también equilibrista, químico y quizá hasta mago. Su objetivo: transformar una mezcla inestable de peronismo, kirchnerismo y sector independiente en una fórmula ganadora que no detone por los aires antes del 26 de octubre.

Como buen alquimista, Jaldo intenta lo imposible: mezclar agua y aceite, moderados y ultra K, enemigos de Milei con gestos de institucionalidad hacia el Gobierno Nacional. Hasta él mismo intenta un equilibrio entre su parte “nacional y popular” y la otra dialoguista con mirada a la derecha. Busca, metafóricamente, obtener oro a partir de metales de distinta calidad y densidad. Exclama “unidad” como mantra, aunque no ha revelado la fórmula exacta que aplicará para lograrla.

El gran dilema que enfrenta el mandatario es cómo encarar la campaña si logra su ansiada unidad. ¿Cómo congeniar en una misma lista a dirigentes como Javier Noguera o Pablo Yedlin -que no ocultan su rechazo frontal al presidente- con una estrategia electoral que no enfrente del todo a Milei, sabiendo que aún le quedan dos años de gestión y que la Casa Rosada no tolera la traición ni la ambigüedad?

Puede Jaldo encabezar una lista de unidad sin enfrentar el riesgo de romperla desde adentro apenas empiece la campaña? ¿Puede sostener su discurso de gobernabilidad mientras sus propios candidatos fustigan al Presidente que él mismo evita confrontar? Para lograrlo, tendría que ser más que alquimista: tendría que mago o… kamikaze.

Otro dilema para el conductor tucumano: su propia candidatura testimonial. ¿Irá Jaldo como cabeza de lista? Nadie lo dice abiertamente, pero muchos lo sospechan. ¿Cree el gobernador que eso le suma más de lo que le resta? ¿Está dispuesto a pagar el costo ante un electorado que, sobre todo en el segmento independiente, rechaza cada vez más estas jugadas percibidas como oportunistas? Una candidatura testimonial podría interpretarse como un acto de debilidad, de encierro en su propio círculo de poder, o peor: como una subestimación de la inteligencia del votante.

Y más allá de los acuerdos en la superficie, hay una duda política esencial: si se logra la unidad con los sectores anti-Milei, ¿esa unidad se traducirá en votos y militancia? ¿Los votantes kirchneristas movilizarán con entusiasmo por una lista donde la conducción sigue en manos de Jaldo, a quien muchos ven más como un “traidor” de la causa que de la resistencia? ¿No terminará siendo una unidad de dirigentes, pero no de electores?

En su laboratorio político, Jaldo mezcla fórmulas, testea combinaciones, sopesa daños y beneficios. Pero en democracia, el resultado final no lo determina el alquimista: lo decide el ciudadano en la soledad de la urna.

¿Están dispuestos los tucumanos a votar un peronismo “juntos pero revueltos”? ¿Puede una fórmula sin química verdadera convencer al votante? La alquimia puede ser una metáfora brillante, pero la política es más concreta: o suma votos, o fracasa.

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