“Elegí ser libre sin dañar a nadie”, comenta. De los hombres dice: “Tienen un problema enorme con el tamaño del pene. Grandes o chicos, la inseguridad está ahí”. “Mis seguidores son en su mayoría chicos jóvenes de entre 25 y 35 años“
Silvia Garcilazo tiene 53 años y le encanta que su nieto le diga abuela, aunque en rigor, la llama “Baba”. Además es abogada, especialista en derecho tributario. En su mano izquierda se tatuó un nombre: Dakini. “Es la figura del tarot que simboliza la realización del ser, es una bailarina del universo. Me representa, es mi forma de fluir y enfrentar la vida”, explica. Pero en su caso significa algo más: es el nombre (con el agregado de “.S”) de su cuenta en OnlyFans. Allí colgó, desde abril de 2023, un centenar de videos y alrededor de 500 fotografías suyas, donde posa y actúa algo (bastante) más que desnuda. Mal no le va: jura que está en el top ten de visitas a nivel mundial del sitio erótico. Y manda una captura con la estadística.
Silvia nació en Paraná, Entre Ríos, donde vivió hasta hace ocho años, cuando se mudó 116 kilómetros al norte, hacia la localidad de Victoria. “Siempre fui rebelde. Me negaba a aceptar la religión porque nunca la entendí. Cuestionaba todo, y eso me hizo diferente”, confiesa. Para relajar, se metía en un gimnasio: “Hacía fierros, a los 19 años estaba toda marcada”.
Cuando tenía 20 se marchó a Buenos Aires para cursar el CBC de psicología. En el verano regresó a Paraná y quedó embarazada. “Fue con mi novio formal, Pero cuando se enteró, pobre, puso pies en polvorosa, porque él era tan chico como yo”, entiende.
A sus 21 años nació su único hijo, que hoy tiene 32. La maternidad temprana la obligó a cambiar sus planes. “Tuve que madurar de golpe y ponerme a laburar y estudiar cerca de casa”. Se inscribió en la Universidad Nacional del Litoral, pero en abogacía (“lo que más me cerraba”, dice) y mientras estudiaba, trabajaba en la AFIP. “Cuando me recibí, en el 2000, dejé la AFIP, pero siempre seguí vinculada al trabajo tributario”, dice.
Al poco tiempo de tener a su hijo, se puso en pareja. “Empecé a salir con un hombre de Paraná, 11 años mayor que yo. Estuvimos juntos durante 28 años”, indica. Se separó hace cuatro años, pero el recuerdo que tiene de él es grato: “Era maestro de kung fu, de artes marciales, un hombre con un temple especial. Me enseñó mucho sobre budismo y filosofía de vida. Era una figura fuerte, casi paternal. Nos construimos desde abajo, compramos cosas, levantamos una vida juntos. Fue mi socio de vida”. Y añade: “Si bien me enojé con él cuando nos separamos por cuestiones íntimas, digamos, reconozco que soy quien doy gracias a esos años. Después, también tuve que aprender a encontrarme a mí misma”.
Hizo de todo: terapia, incursionó en lo esotérico, escribió un libro, se dedicó a la pintura -pintó más de 100 cuadros-. Llegó el 2020 y con él, la pandemia. Silvia se sentía atrapada y recordó su primera vocación: la psicología. Aquello fue otro punto de inflexión. Y sirvió para que Silvia desarrollara, luego, su actividad erótica en las redes. Decidió retomar sus estudios de psicología en forma online. “Cuando se acabó la pandemia, las clases pasaron a ser presenciales, ya estaba en tercer año y me fui a estudiar a Rosario. Cruzaba el puente desde Victoria y estaba allá de jueves a sábados por la mañana. Vivía una vida de estudiante con chicas de 20 años, que andaban con la fantasía del dinero rápido y fácil y me hablaban del boom de OnlyFans. Yo pensé ‘no me las voy a poner en contra’, entonces empecé a preguntarles cómo era, si se podía poner peligroso. Y como cursaba Metodología de la Investigación Científica, decidí hacer un estudio sobre eso”, cuenta.
Lo que despuntó como una curiosidad académica desembocó en lo impensado: “Les dije a las chicas: ‘Vamos a hacer algo, pero bien. Y lo voy a hacer yo’. No tenía nada que perder. Ya tengo una carrera, soy abuela, pensé. Todo lo que llegara luego era ganancia”, afirma convencida.
Así preparada, se lanzó con el paracaídas de un grupo de amigas que la sostuvieron. “Éramos cinco: había psicólogas, artistas, y armamos un proyecto de cine porno. Nos matábamos de risa al principio, pero lo tomamos en serio. Hicimos más de 100 videos, y cada uno fue diferente”, relata.
La decisión de estar ella frente a la cámara fue un paso audaz. “Tenía que ser yo, para hacer un experimento completo. Mis amigas me apoyaron y lo hicimos en mi casa”, cuenta. Pero además, se lo tomó con un profesionalismo total. “Yo les decía, ¿hasta dónde puedo mostrar? ¿Qué hacés para esto perdure y de ganas de ver más? Porque yo me podía masturbar en cámara, pero ¿de cuántas maneras diferentes? Y ahí estaba el arte. Les propuse hacer arte erótico, porno”.
El tema central de su proyecto y su canal de OnlyFans es la masturbación femenina. “¡Soy la reina de la pa…! (ríe) Quise mostrarlo de manera natural porque aún es tabú. Muchas mujeres me siguen, aunque son pocas las que lo admiten. En mi Instagram, solo el 3% de mis seguidores son mujeres, pero sé que están ahí, observando, curiosas”, dice.
Sus amigas fueron sus productoras. “Íbamos a cotillones, comprábamos disfraces y creábamos sketches. Pero llegó un momento en que tuvimos que ponernos más picantes. Hicimos cine porno artístico, pero siempre estuve sola en los videos. Nunca me mezclé con mis seguidores. Soy monógama, anti promiscuidad. Me gusta el sexo seguro y las reglas claras”, asegura. Silvia también incursionó en el sexting, cobrando por conversaciones hot. “Entre todas respondíamos a los mensajes. No iba a hacer todo sola”, aclara entre risas. La experiencia le sirvió para conocer más lo que piensan los hombres. Y su observación es contundente: “Tienen un problema enorme con el tamaño del pene. Grandes o chicos, la inseguridad está ahí”.
Con el paso del tiempo y el éxito (lo único que no quiere revelar es cuánto recauda por mes en el sitio), el algoritmo le reveló algo curioso. “Mis seguidores son en su mayoría chicos jóvenes de entre 25 y 35 años. Yo soy la MILF, la madre deseada. Es un personaje, y lo asumo”, explica. En OnlyFans tiene 8 mil seguidores, mientras que en su página de Instagram, silvia.garcilazo, más de 96.300. “El algoritmo dice que me ven más de un millón de personas al mes. Es un impacto social que nunca esperé”, comenta. OnlyFans le trajo notoriedad. “Estoy en el top ten a nivel mundial. Jamás lo imaginé tampoco”, confiesa.
Y aunque antes de comenzar a mostrarse lo habló con su hijo y éste la apoyó, la exposición tiene un precio. “Algunos videos se filtraron. Como abogada sé que una vez que algo está en la web, se pierde el control. Pero tengo la cintura para defenderme y decir ‘che, esto también es libertad’. Dentro de las reglas, que cada uno haga lo que más le guste”.
“Al principio, tuve haters y bullying, sobre todo en Victoria, que es un lugar más chico y conservador. Pero los enfrenté. Hoy para ellos soy Marilyn Monroe. Bloqueo a quienes me molestan y me concentro en lo que quiero hacer. Sabía que me iban a decir cosas como ‘vieja trola’. Me preparé para eso. No me afecta porque tengo argumentos, estudié psicología. Pero una chica que se mete en esto sin saber las consecuencias puede terminar destruida. La exposición es un monstruo que te arruina si no sabes manejarlo”. Por eso, advierte, “no le recomendaría OnlyFans a las chicas jóvenes. Como abogada he visto cosas horribles, gente que no soporta la presión y termina con un tiro en la cabeza. Esto no es un juego, hay que estar muy segura para enfrentarlo”.
Por el contrario, para ella la gente de su edad, más plantada por su experiencia, no debería tener ningún prurito, si lo desea, de participar: “Primero, para que recuerden que están vivos. A partir de los 50 parece que nos olvidamos de nosotros mismos, se dejan de lado los deseos propios. Yo elegí ser libre sin dañar a nadie”.
Con información de Hugo Martin, INFOBAE