“La cárcel es el peor infierno, si estoy vivo es gracias a mi mujer”, comentó el damnificado
Este 11 de diciembre se cumplen dos años desde que Clemente Vera, un baqueano salteño, recuperó su libertad después de haber pasado una década en prisión por un doble femicidio que no cometió. Ese día de 2021 quedó grabado para siempre en su memoria como un renacer, el punto final de una pesadilla judicial y el comienzo de un lento y doloroso proceso de reconstrucción personal y familiar.
Pero antes de volver a caminar las calles de la ciudad salteña de San Lorenzo, antes de abrazar a sus hijos y de mirar nuevamente el cielo en libertad, Clemente tuvo que enfrentar no solo la dureza del encierro sino también la pérdida de seres queridos, la soledad, el miedo y, paradójicamente, la responsabilidad de sostener anímicamente a otros reclusos.
“Mi perro se perdió por salir a buscarme, mi caballo se murió y perdí a cuatro seres queridos”, recordó Clemente en diálogo con Infobae, quien se lamentó de que la justicia no le haya dado permiso para darle el último adiós a ninguno de ellos.
El primero en fallecer fue su hermano Celedonio, que tenía 17 años y arrastraba problemas en el riñón y el corazón. “Él era quien organizaba las marchas para pedir mi liberación y reclamar por mi inocencia”, remarcó. Luego, fue el turno de su otro hermano, Antonio, de 50 años, víctima del COVID.

La mamá de Clemente fue la que más sufrió su encarcelamiento. “Le agarró un ACV de tanta mala sangre y por esperar mi liberación”, sentenció el baqueano. Y en cuanto a su padre, contó que falleció poco tiempo después de ella, “desgastado por la edad”.
Si bien sus años en la cárcel estuvieron marcados por el aislamiento y el duelo, también tuvo pequeñas luces de esperanza: el acompañamiento inquebrantable de su esposa, Beatriz; el nacimiento de su segundo hijo, Martín; la llegada de las gemelas, Amanda y Victoria; y la certeza de que algún día iba a salir de allí porque era inocente.
“La cárcel es peor que el infierno”, aseguró Clemente. “Había muchos compañeros que no veían a su mujer y a sus hijos desde hacía años, y eso los llevó a intentar suicidarse. Pero por suerte yo siempre tuve el apoyo de mi esposa. Ella siempre creyó en mí. Si hoy estoy vivo es gracias a ella”, admitió Clemente, quien pasó noches enteras de llanto y desesperación en el penal de Villas Las Rosas porque su condena había sido de reclusión perpetua.
Vera, hoy de 47 años, había sido hallado culpable del brutal asesinato de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Mounmi, violadas y ejecutadas en la Quebrada de San Lorenzo, Salta, donde fueron halladas el 29 de julio de 2011. Esos asesinatos, que sacudieron a todo el país, lo convirtieron en un “preso mediático” desde el primer día y víctima de malos tratos.
Cuando Clemente llegó al penal de Villa Las Rosas, en Salta, la noticia de su detención ya corría entre los pabellones. Era agosto de 2011 y el país entero hablaba del brutal asesinato de las turistas francesas. “Ya todos sabían cuál era mi causa y los internos me recibieron con insultos, gritos y amenazas. Me señalaban, me hostigaban y me mostraban facas”, recordó.
Los guardias ya se lo habían advertido: su vida corría peligro. Por eso fue aislado y trasladado al “chancho”, una celda de castigo donde pasó cerca de un año y medio. “Era de 1,5 por 1,5 metros, sin ventanas, cerrado con una puerta de chapa, donde solo me dejaban salir para higienizarse. No tenía ni espacio para caminar”, describió.
A pesar de ese comienzo brutal, nunca respondió a la violencia con violencia. “Yo trataba de mantener el perfil bajo, saludar a todos con respeto y no meterme en problemas”, señaló. Esa actitud, a largo plazo, lo ayudó a integrarse, a que los demás internos dejaran de verlo como un enemigo y lo miraran, más adelante, como un compañero.
Lo que nadie imaginaba era que Clemente terminaría convertido en un apoyo emocional para quienes cumplían condenas más leves. Su fortaleza interior —alimentada por su fe, por la esperanza de volver con su familia y por la convicción de su inocencia— lo volvió un referente dentro del penal.
Una causa llena de irregularidades
Clemente fue detenido en agosto de 2011, apenas encontrado el cuerpo de las turistas. En 2014, durante el primer juicio, la Sala II del Tribunal de Juicio de Salta lo absolvió por falta de pruebas. Pero la absolución fue apelada y, en 2016, la Sala III del Tribunal de Impugnación decidió condenarlo a prisión perpetua. El argumento central era una supuesta coincidencia genética del cromosoma Y, un dato cuestionado incluso por especialistas internacionales.
Durante años, su defensa —con el apoyo del Innocence Project Argentina— insistió en que el proceso había estado plagado de errores, prejuicios y violaciones al debido proceso. La Corte Suprema tardó casi ocho años en responder, pero cuando lo hizo fue contundente: la condena carecía de garantías.
Ese fallo obligó a revisar la causa y en 2024 finalmente fue sobreseído. En la causa por el doble femicidio, queda un condenado: Gustavo Orlando Lasi, considerado autor de los delitos de “robo, abuso sexual con acceso carnal y doble homicidio agravados”. En 2014 recibió una pena a treinta años de prisión y en 2016 el Tribunal de Impugnación de Salta la elevó a perpetua. Mientras tanto, el padre de Cassandre Bouvier presentó recientemente en Francia una denuncia para que se esclarezcan los hechos. Duda de un encubrimiento.
