HIROSHIMA: la BOMBA que mató a más de 70 mil personas y cambió al mundo para siempre

Una tragedia que aún resuena 80 años después

Por SIN CODIGO

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, el cielo de Hiroshima se abrió para siempre. Desde un avión B-29 bautizado “Enola Gay”, Estados Unidos arrojó la primera bomba atómica usada en combate. El artefacto, llamado irónicamente “Little Boy”, no tenía nada de pequeño. En un instante, 70.000 personas murieron. Otras decenas de miles morirían en los días, semanas y años siguientes, víctimas de quemaduras, cáncer, enfermedades y una palabra que hasta entonces no existía en el imaginario colectivo: radioactividad.

La fabricación de la bomba fue parte del Proyecto Manhattan, un programa militar ultra secreto que reunió a los mejores científicos del mundo en laboratorios ocultos de Estados Unidos. El objetivo: vencer a la Alemania nazi con una nueva arma. Pero cuando Hitler cayó, la bomba ya estaba lista… y tenía otro blanco: el Imperio Japonés.

Pocos sabían que el verdadero impacto no iba a ser solo militar. Era el inicio de una nueva era: la era nuclear.

La explosión fue equivalente a 15.000 toneladas de TNT. En un radio de más de 1,5 km todo se pulverizó. Quedaron esqueletos de edificios, cuerpos evaporados, sombras humanas impresas en las paredes. En los días siguientes, el infierno continuó: la llamada “lluvia negra” -agua contaminada con partículas radiactivas- cayó sobre los sobrevivientes. Nadie sabía exactamente qué era esa sustancia invisible que mataba lentamente, deformaba cuerpos y alteraba generaciones.

Efectos a largo plazo: muerte, mutaciones y miedo

Décadas después, los hibakusha (sobrevivientes de la bomba) aún sufren cánceres, leucemias, enfermedades cardiovasculares y estigmatización social. Muchos de sus hijos y nietos nacieron con deformidades genéticas. Hiroshima no solo fue destruida físicamente, fue herida en su memoria colectiva.

¿Por qué lo hicieron? Estados Unidos justificó el ataque diciendo que buscaba acelerar el final de la guerra. Japón se rindió seis días después de una segunda bomba, esta vez en Nagasaki. Pero muchos historiadores hoy cuestionan esa versión. Algunos afirman que fue una demostración de poder frente a la Unión Soviética, más que una necesidad militar.

La decisión de lanzar la bomba sigue siendo una de las más controvertidas de la historia. Nunca se juzgó como crimen de guerra.

Hiroshima marcó un antes y un después. Desde ese día, el mundo vivió bajo la amenaza de una aniquilación total. En plena Guerra Fría, el planeta se llenó de armas nucleares. Aún hoy, nueve países tienen la capacidad de destruir la humanidad en minutos.

Paradójicamente, el horror de Hiroshima también impulsó los movimientos pacifistas, los tratados de no proliferación y las campañas por el desarme nuclear.

80 años después, ¿aprendimos algo?

Hoy Hiroshima es una ciudad moderna, llena de vida, pero también de memoria. El Parque Memorial de la Paz, el Museo de la Bomba y la Cúpula Genbaku, el único edificio que quedó parcialmente en pie, recuerdan al mundo que la tecnología sin humanidad es una amenaza existencial.

Cada año, el 6 de agosto a las 8:15, suena una campana en Hiroshima. Un minuto de silencio. Un minuto para no olvidar que una sola decisión política, tomada lejos de los campos de batalla, puede acabar con miles de vidas en un parpadeo.

En tiempos donde líderes con poder nuclear amenazan, provocan y juegan con la retórica del exterminio, Hiroshima no puede ser solo una efeméride. Es una advertencia. Es una herida abierta. Es un espejo en el que el mundo aún debe mirarse y preguntarse:
¿Qué aprendimos realmente del horror atómico?

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