Gobernar en la Argentina: la titánica misión de enfrentar a una mayoría (con poder) que no quiere cambiar

Gobernar Argentina, cuando la Administración no es peronista, parece ser una tarea titánica. Cuando el “bombardeo” al Presidente es constante y de todos los sectores del poder

Por SIN CODIGO

Qué difícil parece ser gobernar en un país donde la corrupción no es una excepción, sino parte del ADN político y social. Décadas de impunidad han transformado a la Argentina en un territorio donde las grandes fuerzas de poder -políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas, artistas- han aprendido a vivir y prosperar dentro de un sistema podrido que premia la cercanía con el Estado antes que el mérito o el esfuerzo.

Más difícil todavía cuando ese sistema está sostenido por un partido hegemónico, el peronismo, que desde hace generaciones gobierna o condiciona casi todas las provincias, muchas de ellas convertidas en feudos donde el poder se hereda como si fuera una propiedad privada. Allí, la perpetuidad es un objetivo y la alternancia democrática, apenas una molestia que se esquiva con trampas legales y pactos de conveniencia.

En este contexto, un Gobierno Nacional que no es peronista se enfrenta a un enemigo que no descansa. No sólo debe lidiar con gobernadores que hacen del chantaje presupuestario un arte, sino también con una sociedad que, en gran parte, se ha acostumbrado a vivir del Estado. Una sociedad que nunca sufrió una guerra, un terremoto devastador o una invasión extranjera, pero que sí ha padecido el lento deterioro de su cultura de trabajo y esfuerzo. El asistencialismo crónico se volvió normalidad, y cualquier intento de cortar ese ciclo se percibe como un ataque personal. Porque gran parte de la historia reciente del país fue vivida bajo un Gobierno peronista, y pareciera que cuando no están en el poder, no soportan la alternancia democrática normal de cualquier país desarrollado. Entonces, se dedican a hacer todo lo posible para “derribarlo”.

A todo esto se suma un periodismo que, lejos de cumplir un rol de contralor, muchas veces se comporta como socio de los privilegios que denuncia. Alimentado por la pauta oficial, opera con noticias sesgadas, exageradas o directamente falsas, moldeando la opinión pública para que nada cambie.

Aun así, el Gobierno Nacional resiste. Es una batalla desigual, un pulso contra décadas de degradación institucional y cultural. Una tarea titánica que exige no sólo pericia política, sino también, como dice el propio Presidente Javier Milei, una dosis de “fuerzas del cielo”: algo de ayuda divina para purgar la podredumbre que carcome a la Argentina desde adentro.

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