Exorcismo: entre la fe, la ciencia y el misterio

“Yo, que soy recontra racional, empecé a ver cosas que no respondían a lo que podía explicar”, cuenta el Padre argentino Joaquín Giangreco, exorcista nombrado por el Obispo

Por SIN CODIGO

En un mundo saturado de diagnósticos, información y explicaciones científicas para casi todo, hablar de exorcismos parece, para muchos, un salto al pasado. Sin embargo, en la Iglesia Católica el exorcismo no solo existe: está aprobado, regulado y se practica —con extrema cautela— en casos muy puntuales.

En la Argentina, uno de los sacerdotes designados oficialmente para esta tarea es el Padre Joaquín Giangreco, Párroco de Nuestra Señora de Italia, en Trujui-Moreno, cuyo testimonio vuelve a poner sobre la mesa una pregunta incómoda pero vigente: ¿Qué ocurre cuando una persona manifiesta signos que no pueden explicarse desde la psiquiatría o la medicina tradicional?

Qué es un exorcismo y por qué la Iglesia lo reconoce oficialmente

A contramano de muchos mitos populares, el exorcismo no es un sacramento, sino un sacramental: un ritual que la Iglesia usa para pedir protección y liberación espiritual.
Solo puede realizarlo un sacerdote con autorización del Obispo y siguiendo el Ritual de Exorcismos —un documento oficial actualizado por última vez en 1999—.

Es decir: lejos de supersticiones o improvisaciones, el exorcismo es un acto institucionalmente regulado y respaldado por la tradición católica.

La delgada frontera entre lo espiritual y lo psiquiátrico

El punto más delicado —y menos comprendido por el público— es la diferencia entre un trastorno mental y una posesión diabólica. La Iglesia sostiene que la inmensa mayoría de los casos que llegan a un exorcista terminan siendo patologías psiquiátricas, no intervenciones demoníacas.

Por eso exige:
• estudios médicos completos;
• evaluación psiquiátrica y psicológica;
• descartar enfermedades neurológicas o adicciones;
• entrevistas profundas con la persona y su entorno.

¿Por qué tanto rigor? Porque los síntomas que suelen atribuirse a “lo demoníaco” —cambios bruscos de personalidad, gritos, agresividad, visiones, ansiedad extrema— pueden deberse a múltiples trastornos mentales.

Solo cuando no hay explicación clínica y aparecen signos extraordinarios —hablar lenguas desconocidas, fuerza física inusual, repulsión a lo sagrado, conocimiento de hechos ocultos— la Iglesia considera la posibilidad de una posesión.

Las cuatro acciones extraordinarias del demonio

La tradición católica identifica cuatro formas excepcionales de intervención demoníaca, que no siempre implican posesión:
1. Infestación: presencia espiritual dañina en un lugar u objeto.
2. Vejación: ataques externos, físicos o psicológicos, sin tomar control del cuerpo.
3. Obsesión: pensamientos persistentes, perturbadores, que buscan quebrar a la persona.
4. Posesión: la más grave; cuando un espíritu maligno toma control del cuerpo, interrumpiendo la voluntad del individuo.

La enorme mayoría de los casos que llegan a un sacerdote —según confirman expertos en el tema— son de obsesión o vejación, y no requieren el exorcismo mayor, sino oración, acompañamiento y contención espiritual.

El Padre Joaquín Giangreco: entre villas, adicciones y lo inexplicable

(Entrevista dada a Virginia BonardInfobae) La experiencia del Padre Giangreco rompe con el imaginario cinematográfico: él no vive en un castillo europeo ni enfrenta demonios en sótanos oscuros.
Es un cura villero que trabaja en uno de los barrios más humildes del conurbano bonaerense, donde lidia diariamente con adicciones, violencia, vulnerabilidad y soledad.

El padre Joaquín Giangreco nombrado exorcista en 2017 por el Obispo Fernando Maletti, en la entrevista con Virginia Bonard

Fue designado exorcista después de encontrarse con situaciones que, según relata, “no respondían a lo que podía explicar”. Su perfil es sorprendente: se define como “recontra racional”, pero confiesa haber visto fenómenos que no encajaban en ningún marco psiquiátrico conocido.

Su relato combina humanidad, realismo y fe: en su parroquia, el trabajo espiritual convive con el trabajo social, las ollas populares y la contención de familias golpeadas por la pobreza.

Giangreco sostiene que hablar del demonio y del exorcismo no debe ser un tabú:
“Hay que evangelizar sobre esto”, afirma, señalando que ignorar el tema solo agrava el sufrimiento de quienes buscan ayuda.

El error de la Iglesia: cuando el discernimiento falla

La historia católica también reconoce errores. Hubo épocas en que trastornos mentales —como epilepsia, psicosis o esquizofrenia— se interpretaron como posesiones. Casos extremos, como el de Anneliese Michel, en Alemania, pusieron en evidencia los riesgos de confundir enfermedad con demonología.

Hoy, la Iglesia insiste en el trabajo conjunto con psiquiatras y psicólogos, y condena cualquier exorcismo improvisado o practicado por personas no autorizadas.

¿Pueden los demonios “hacerlo todo”? Los límites según la fe

Desde la doctrina católica, el demonio tiene influencia real, pero no es todopoderoso.
Es una criatura caída, con poder limitado, y su acción nunca supera la capacidad de Dios para proteger y liberar.

El exorcismo no es una batalla entre dos fuerzas iguales: es la proclamación de que la autoridad de Cristo es superior al mal, y que ninguna oscuridad tiene la última palabra.

Conclusión: ante el misterio, lo central sigue siendo Dios

El exorcismo despierta curiosidad, temor, fascinación. Pero su verdadera dimensión —para quienes lo practican y para quienes lo estudian— está lejos del espectáculo.

Es un recurso extremo para situaciones extremas. Un acto de fe, discernimiento y responsabilidad. Requiere ciencia, prudencia, acompañamiento humano y una profunda convicción espiritual.

Y, sobre todo, recuerda algo esencial: ante la presencia del mal, lo decisivo no es el demonio, sino Dios.

La fe, la oración, la comunidad y el amor divino siguen siendo, en cualquier circunstancia, la mayor fuerza de liberación.

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