¿Existe el periodismo independiente en Tucumán? Una reflexión sobre la libertad de expresión y el rol del comunicador social

Ser periodista o comunicador social no es simplemente informar: es asumir la enorme responsabilidad de influir —queriéndolo o no— en la opinión pública

Cada palabra escrita, cada imagen transmitida, cada dato compartido tiene el poder de moldear miradas, cuestionar verdades absolutas o instalar nuevas dudas. Por eso, ejercer este oficio con honestidad, valentía y compromiso no es solo una virtud: es una necesidad en cualquier sociedad que aspire a ser libre.

La objetividad, aunque inalcanzable en su totalidad, debe ser siempre el faro que guíe la labor periodística. Y cuando se emite opinión, debe ser clara la diferencia entre el dato y la interpretación. El derecho a opinar no puede servir de excusa para disfrazar propaganda, pero tampoco debe ser limitado por el miedo o la conveniencia.

Hablar de libertad de expresión es hablar de condiciones: no solo se trata de que un periodista pueda escribir sin ser perseguido o encarcelado —aunque eso ya es mucho—, sino también de que pueda hacerlo sin depender de la pauta oficial o del favor de quienes ostentan el poder. Cuando los medios se financian casi exclusivamente con publicidad estatal, y esa pauta se reparte de manera selectiva, los medios se convierten —de forma directa o sutil— en rehenes del Gobierno de turno.

En Tucumán, ¿hay verdadera libertad de expresión? La respuesta, aunque incómoda, parece ser que no. Cuesta encontrar, en los medios provinciales, editoriales que denuncien con firmeza las irregularidades del poder. Cuesta encontrar investigaciones serias sobre corrupción en la Legislatura, en el Poder Judicial o en el Ejecutivo. Hay temas que simplemente no se tocan. Solo por citar algunos, mencionaremos: los subsidios sin control a organizaciones afines, la falta de una Ley de Acceso a la Información Pública, la opacidad en las declaraciones juradas, la ausencia de una Ley de Ficha Limpia. Todo eso permanece fuera del radar mediático. Si lo hablan, lo hacen tangencialmente, sin profundizar, no vaya a ser que algún Señor o Señora se moleste y haya consecuencias indeseadas.

¿Por qué? ¿Miedo a represalias? ¿Conveniencia económica? ¿Falta de vocación periodística? ¿Desinterés? ¿Complicidad? Tal vez sea un poco de todo. Tucumán es una provincia pequeña, donde todos se conocen y el poder político está concentrado desde hace décadas en un mismo partido político. Hay casos como el del abogado Gustavo Morales, privado de su libertad sin condena en una cárcel común, por enfrentarse al poder. ¿Qué medio local profundizó o investigó esa situación? O será que tiene que pasarle algo malo, o que el caso llegue a oídos nacionales para recién preocuparse por su caso.

La prensa en Tucumán —con contadas y valientes excepciones— se limita a reproducir partes oficiales. Más que periodistas, muchos parecen voceros gubernamentales. La función crítica del “cuarto poder” está ausente. Lo que no se investiga aquí, solo cobra relevancia cuando lo toma un medio nacional. Es entonces, y solo entonces, cuando los temas molestos aparecen en la agenda pública.

Este fenómeno no es exclusivo de esta provincia. En muchas otras sucede lo mismo: el gobernador de turno maneja la pauta, la justicia, y muchas veces también la narrativa pública. La excepción suele ser Buenos Aires (Capital), donde la pluralidad de voces permite, al menos, el surgimiento de denuncias e investigaciones periodísticas que pueden llegar a incomodar al poder.

La libertad de prensa no es solo una bandera: es una responsabilidad que se ejerce o se abandona. Y sin periodistas comprometidos, no hay democracia plena. Tucumán necesita voces valientes, necesita periodismo real. Necesita, en definitiva, recuperar la credibilidad perdida y dejar de mirar para otro lado.

TICHO para SIN CODIGO

COMPARTIR NOTICIAS

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *