Fue el masajista y utilero de Lawn Tennis y de los Naranjas
Oscar “Villa” René, un pilar indiscutido y querido en el mundo del rugby, murió dejando una rastro de gratitud y admiración que perdurará por siempre. Su fallecimiento marca el final de una era para quienes tuvieron el honor de conocerlo y trabajar a su lado.
“Villa”, como cariñosamente lo llamaban, no solo dejó una huella imborrable en este deporte, sino también en los corazones de todos aquellos que compartieron momentos con él. René comenzó en el mundo del rugby a principios de los años 70, en Lince, donde rápidamente se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros y entrenadores. Su dedicación y pasión lo llevaron a unirse a las filas de Tucumán Rugby a fines de esa década, y fue a partir de los años 80 que encontró su verdadero hogar: Tucumán Lawn Tennis, donde se convirtió en una figura fundamental.
Su compromiso con el deporte y su incansable deseo de mejorar y contribuir no se detuvieron ahí. “Villa” también dejó su marca en los distintos seleccionados Naranja y tuvo el privilegio de colaborar en varias oportunidades con la Unión Argentina de Rugby (UAR) y con Los Pumas. Su trayectoria, se puede decir, es un testimonio de su amor y devoción por este deporte, y su legado vivirá en los clubes y equipos que ayudó a construir y fortalecer.
Uno de sus grandes amigos, el periodista Tomás Gray, lo describió perfectamente en sus redes: “Cuantos lindos recuerdos. Cuántas lindas e interminables charlas. Disfruté de tus masajes cuando era jugador, pero mucho más de tu bondad, de tu hombría de bien, de tus alegrías, de tus tristezas. Pero siempre con la frente en alto. Un dandy. Te vamos a extrañar, Villa querido”.
Desde Lawn Tennis, su casa durante tantas décadas, hasta los seleccionados Naranja y Los Pumas, todos recuerdan con cariño y gratitud a este gigante del rugby. “Villa” no solo fue un gran colaborador y un pilar fundamental en el desarrollo del deporte, sino también un amigo leal y una fuente inagotable de alegría y sabiduría.
Con información de Juan Manuel Rovira, La Gaceta
