El miedo al voto: el silencioso cautiverio político en Tucumán

En el interior profundo, el voto sigue atado a la subsistencia. El empleo público, los contratos temporarios y los programas sociales son usados como herramientas de presión política. La paradoja de la ciudad de Alberdi

Por SIN CODIGO

En Tucumán, el voto sigue siendo para muchos un acto de fe… y para otros, de miedo. En pleno 2025, en una provincia que se jacta de ser la “Cuna de la Independencia”, miles de empleados públicos y trabajadores de comunas rurales viven una realidad de dependencia y sometimiento político que parece salida de otra época.

Los relatos se repiten en toda la provincia, en cada pueblo: empleados comunales, contratados y beneficiarios de planes sociales que en privado reconocen simpatizar con Javier Milei, pero que no se atreven a manifestarlo. “Si saben que quiero votar a Milei, me echan”, confiesan a media voz, en privado.

En los pueblos del interior tucumano -donde todos se conocen- el control político es feroz. En una Comuna del Este tucumano, por dar un ejemplo, los trabajadores que cobran unos 100 mil pesos por mes deben “agradecer” con presencia en actos políticos, pintadas y caravanas del oficialismo. Muchos cumplen tareas de limpieza en dependencias comunales y hasta en casas de familiares de dirigentes. “Entre 100 mil y nada, mejor me callo”, resume una mujer que limpia dependencias de una Comuna desde hace años y asegura haber sido advertida de que “si gana Milei, se quedan sin trabajo”.

El temor se volvió más evidente esta semana, cuando se viralizó un video del delegado comunal de Garmendia, Marcelo Salazar, quien sin pudor alguno -y con total impunidad- amenazó públicamente que “el que no vote al peronismo el domingo, el lunes no entra más a trabajar”.

La amenaza, tan brutal como explícita, encendió la indignación en las redes y despertó el reclamo de que la Justicia -si realmente es independiente- actúe de oficio ante semejante atropello antidemocrático. Además, el diputado nacional Roberto Sánchez (UCR) ya hizo la denuncia pertinente. ¿Quedará en la nada, como todo en Tucumán?

En el interior profundo, el voto sigue atado a la subsistencia. El empleo público, los contratos temporarios y los programas sociales son usados como herramientas de presión política. Nadie quiere quedarse sin el único ingreso que tienen para sostener a sus familias. El miedo reemplaza a la libertad. Aunque vale decir que, muchas personas que hablaron en privado han comenzado a “despertarse”. Manifiestan que reciben la presión de políticos peronistas, pero votarán a Milei.

Otro caso paradigmático, y no menos llamativo, es el de Juan Bautista Alberdi, donde la política local -gobernada por el peronismo- convive desde hace años con denuncias de narcotráfico y clientelismo. Incluso, le valió una intervención con destitución de su intendente y miembros del Concejo Deliberante. Allí, pese a todo, el peronismo vuelve a apostar por un candidato “del mismo palo” en las elecciones municipales del próximo 26 de diciembre, y muchos vecinos, resignados, aseguran que votarán “lo mismo de siempre”, porque temen que si cambian pierdan el poco sustento que tienen. Una gran paradoja: sacan a un dirigente peronista supuestamente corrupto y el Gobierno provincial apuesta por otro para que nada cambie.

La democracia se vacía cuando el voto se convierte en un acto forzado. Tucumán, una vez más, exhibe las heridas de un sistema político que prefiere el control antes que la libertad.

La esperanza es lo último que se pierde. Quizás, este 26 de octubre los tucumanos puedan, aunque sea por un instante, votar sin miedo. Y si no es ahora, será en la próxima. Porque la gente está despertando, de a poco.

La libertad no se mendiga: se ejerce.

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