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Extirparlo necesitará de manos expertas, tiempo y paciencia

Se cumplieron 20 años desde que el matrimonio Néstor y Cristina Kirchner llegaron al poder nacional (antes construyeron su poder en su provincia natal: Santa Cruz). Desde allí construyeron un poder que infectó al peronismo y los transformó en rehenes de sus intereses. De ser de centro izquierda, se transformaron en populistas de izquierda. Mientras hubo plata les funcionó.

El matrimonio se alió con líderes nefastos de América Latina y el mundo: Hugo Chávez (Venezuela), Fidel Castro (Cuba), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Daniel Ortega (Nicaragua), Vladimir Putin (Rusia), además de pactos con Irán (a quienes la Justicia responsabilizan de los atentados a la AMIA y Embajada de Israel).

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Los kirchner han creado un grupo de jóvenes (hace años, porque ahora están todos viejos) llamado La Cámpora. Muchachos que lo único bueno que se les conoce es haber copado todos los organismos públicos (con el manejo de cajas $ millonarias) y militar para Néstor y luego Cristina.

Veinte años de populismo en Argentina han llevado al país a un índice de pobreza nunca antes visto, indigencia, aumento del analfabetismo, disminución del trabajo privado y aumento del empleo estatal (militancia), de la inseguridad, de los robos y asesinatos, del narcotráfico.

Al aumentar la pobreza, aumentaron los planes sociales y aparecieron los gerentes de la pobreza en el medio. El kirchnerismo al aumentar la pobreza y disminuir la alfabetización, transformó a la gente en rehén de su Gobierno. “Te corto las piernas y te regalo la silla de ruedas”, sería su modus operandi. Destruyó la clase media. Su base militante son la cantidad de pobres que creó y los mantiene contentos con un plan social. Hizo añicos la cultura del trabajo.

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La mayoría de los argentinos pobres, generaciones de personas que no trabajaron nunca, ni sus padres, ni sus hijos y que viven del Estado, son su sostén. No tienen idea lo que es trabajar, salir a buscar una actividad para “parar la olla”.

Luego de todos estos años de decadencia, más del 55% de los argentinos dijeron basta en las últimas elecciones. Optaron por un cambio. Eligieron un outsider que proponía hacer todo lo contrario de lo que se conocía hasta ahora. Prometió cosas que nadie quería escuchar y al asumir, comenzó a hacerlo.

Más de la mitad de los argentinos están dispuestos a “bancarse” el cambio. Sufrir el proceso. Pero la casta política, enferma con el cáncer populista/kirchnerista, no está dispuesta a aceptarlo. Será una pulseada dura y dolorosa. Mucha gente morirá en el intento (de ambos bandos). Lo que sí es cierto es que el país, como hasta ahora, no da para más. O se cambia, o se incendia (con todos adentro).

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