Cada 16 de agosto la feligresía católica conmemora al “Santo del perrito”
Su popularidad no se debe tanto a las virtudes de su vida, ni a sus actos de sacrificio en torno a los demás, sino a un perro.
San Roque (Rocco en italiano, Rocher en francés) nació en Montpellier entre 1345 y 1350 y murió en Voghera entre 1376 y 1379 muy joven, con no más de 32 años. Según todas las biografías, sus padres, Jean y Libère De La Croix, eran una pareja de virtudes cristianas ejemplares, ricos y adinerados pero dedicados a obras de caridad.
Entristecidos por la falta de un hijo, dirigieron continuas oraciones a la Virgen María de la antigua iglesia de Notre-Dame des Tables, que se encontraba en el corazón del antiguo pueblo de Montpellier, Francia. Se cree que la oración dedicada a la Virgen, bajo esa advocación, hizo que quede embarazada.
Así, Libère dio a luz un varón que recibió el nombre de Rog, Rotch o Rocher. Lo extraño es que el niño nació con una marca en forma de cruz en el pecho. La vida de Rocher creció cubierta de algodones y rodeado de todo lo que podían otorgar las clases altas en la región. Sus padres eran católicos devotos, por tanto, desde pequeño le enseñaron a practicar los consejos de la vida cristiana. Según la historia, su padre fallece antes de que Rocher cumpliera 18 años, y su madre dos años después. Rocher quedó a cargo de toda la fortuna de la familia, campos, bienes, sirvientes; pero esa vida le era extraña y, escuchando la palabra del Señor, vendió todos sus bienes, ingresó en la tercera orden franciscana y, vistiendo el hábito de peregrino, se comprometió a ir a Roma a orar sobre la tumba de los apóstoles. Con bastón, manto, sombrero, cantimplora y capa partió de Montpellier empujado por su afán de peregrino y poder llegar a Roma. La ruta y la fecha de su partida son desconocidas. Aparentemente, llegó a Italia atravesando los Alpes y luego se dirigió hacia Roma. Otra versión es que llegó en barco, partiendo desde la Riviera Francesa y llegando a puerto, en Roma.
Lo cierto es que en julio de 1367 se encontraba en Acquapendente, localidad de la provincia de Viterbo, donde, ignorando los consejos de quienes huían de la peste, Rocher pidió servir en el hospital local. Acá su nombre cambia a Rocco. Se relata que al trazar la señal de la cruz sobre los enfermos, invocando la Trinidad de Dios para la curación de las víctimas de la peste, Rocco se convirtió en el instrumento de Dios para realizar curaciones milagrosas. En Acquapendente Rocco permaneció durante unos tres meses, hasta que la epidemia desapareció, y luego se dirigió hacia Emilia Romagna, donde la enfermedad arrasó con mayor violencia, para poder prestar asistencia a las desafortunadas víctimas de la peste.
La llegada a Roma puede fecharse entre 1367 y principios de 1368. A las puertas de la basílica de San Pedro es donde tuvo lugar el milagro más conocido de Rocco: la curación de un cardenal, liberado de la peste después de haber trazado en su frente el signo de Cruz. Fue precisamente este religioso quien presentó a Rocco al pontífice -Urbano V-: el encuentro con el Papa fue el momento culminante de la estancia de Rocco en Roma. Este encuentro sí se halla documentado en los archivos vaticanos, en las agendas de aquel tiempo. La salida de Roma tuvo lugar entre 1370 y 1371.
En 1371 se encontraba en Piacenza, en el hospital de Nuestra Señora de Belén. Aquí continuó su labor de consolar y asistir a los enfermos, hasta que descubrió que había sido golpeado por la peste. Por iniciativa propia, o quizás ahuyentado por la gente, se alejó de la ciudad y se refugió en un bosque cerca de Sarmato, en una cabaña cerca del río Trebbia. Y es acá donde entra en esta historia el famoso perrito que todos los días le llevaba un pan a su lugar de ocultamiento. Pero ¿de dónde sacaba el pan el perro?, de la mesa del almuerzo del señor feudal de esas tierras. El hombre, un día se dedicó a seguir al pichicho ante tal extraña situación y ante la sorpresa se encontró en la destartalada cabaña a Rocco. Éste le relata su historia y el señor feudal le pidió que se quedara y que le construiría una ermita y una capilla, pero Rocco, ya curado le agradeció al señor de esas tierras y decidió seguir su camino.
En todos los lugares por donde Rocco había pasado y sanado con la señal de la cruz, su nombre se hacía famoso. Todo el mundo hablaba del joven peregrino que traía la caridad de Cristo y el poder milagroso de Dios. Después de su recuperación, Rocco retomó su viaje para regresar a su tierra natal.
La leyenda dice que Rocco murió en Montpellier, donde había regresado, o en Angera, a orillas del lago Mayor. Lo cierto es que, de regreso a casa, se vio implicado en los complicados acontecimientos políticos de la época: Rocco fue detenido como sospechoso y llevado a Voghera ante el gobernador. Al ser interrogado, para cumplir su voto no quiso revelar su nombre, limitándose a decir que era “un humilde servidor de Jesucristo”. Encarcelado, pasó cinco años viviendo esta nueva prueba como un “purgatorio” para la expiación de los pecados. Cuando ya estaba cerca la muerte, pidió al carcelero que le trajera un sacerdote; entonces ocurrieron algunos hechos prodigiosos, que llevaron a los presentes a advertir al gobernador. Los rumores se difundieron rápidamente, pero cuando se volvió a abrir la puerta de la celda, Rocco ya estaba muerto: era el 16 de agosto de un año comprendido entre 1376 y 1379.
Antes de morir, el Santo había obtenido de Dios el don de convertirse en intercesor de todos los apestados que habían invocado su nombre. Al querer dar sepultura del cuerpo, fue lavado y su nombre fue descubierto por la anciana madre del gobernador que había sido su nodriza. Lo advirtió por el detalle de la cruz roja en su pecho. Lo reconoció como Rocco de Montpellier. San Rocco fue enterrado con todos los honores de la nobleza y su sepelio duró 7 días.
La devoción al santo, si bien comenzó probablemente en Montpellier, pronto se extendió por toda Europa y especialmente en el sur de Francia, también en Alsacia, en Córcega, en París, Amberes, Lisboa, Colonia, Nuremberg e incluso lo países de Escandinavia y Polonia. En Italia su devoción se extendió a más en las regiones del Véneto, Roma, Voghera, Piacenza, Brescia, Abruzzo y hacia el sur. Igualmente, en España, en la región central de Castilla-la mancha, Cataluña y Galicia, sobre todo. De acá pasó a América y la devoción se extendió por todo el continente. En Buenos Aires, se construyó la capilla de la tercera orden de San Francisco dedicada al santo a principios del siglo XVII y sigue funcionando hasta el día de hoy
¿Por qué su cuerpo no está más en Montpellier?. Dada la fama de santidad de Roque, es que el Dux de Venecia solicitó al papa Inocencio VIII el traslado de su cuerpo y se hizo en 1485. Es la única iglesia cofrade veneciana diseñada también como santuario de su santo titular.
Frente al templo de San Rocco en Venecia se encuentra la muy famosa “Academia de San Rocco”.
Que san Roque no libre de todos los males, pero muy especialmente de la peste de las malas intenciones y pensamientos.
Con información de Gerardo Di Fazio, Infobae