La política argentina necesita gestos de grandeza. Y evitar una candidatura testimonial sería un buen primer paso
Por SIN CODIGO
En Argentina, la política no deja de reinventar sus propias trampas. Una de las más burdas, aunque tristemente naturalizadas, es la figura del candidato testimonial. Se trata de un dirigente que se presenta en una elección sabiendo de antemano que no asumirá el cargo si resulta electo. Un simulacro electoral, una estafa democrática con todas las letras. Es legal, sí. Pero absolutamente ilegítimo.
La diferencia entre lo legal y lo legítimo no es un juego de palabras: lo legal está dentro del marco de las normas; lo legítimo, en cambio, es lo que se sostiene en la ética y en el contrato tácito con la ciudadanía. Una candidatura testimonial podrá no violar la ley, pero viola la confianza del votante. Es un acto injusto, deshonesto, y sobre todo, desesperado.
¿Por qué se recurre a estas candidaturas truchas? Porque se teme perder. Porque no hay renovación real de liderazgos. Porque los que gobiernan no quieren soltar el poder ni para armar una lista. La testimonial es la confesión del fracaso político de un espacio: o no tienen a nadie competitivo para postular, o prefieren disfrazar el miedo con una jugada sin honor.
En Tucumán, esta práctica parece a punto de tener un nuevo capítulo. Circula con fuerza la versión de que el gobernador Osvaldo Jaldo podría encabezar la lista de diputados nacionales, en las elecciones de medio término. Pero todos sabemos que, de ganar, no asumirá. Jaldo no va a dejar la gobernación para irse al Congreso. Sería, una vez más, candidato testimonial.
Y esta vez no pasaría desapercibido. Ya no es el vice ni un ministro en campaña. Es el gobernador de todos los tucumanos, y como tal, tiene responsabilidades institucionales que lo ubican en otro nivel. Participar de una elección sabiendo que no ocupará el cargo, además de una burla al votante, sería una muestra de mezquindad política. O como lo declaran: “ganar a como dé lugar”. Entonces, ¿Qué mensaje se está dando a la sociedad? ¿Vale cualquier cosa con tal de ganar?
Jaldo no solo tiene buena imagen: hoy gobierna con autoridad, con respaldo de la mayoría y con expectativas de futuro. ¿Para qué ensuciar todo eso con una maniobra de corto vuelo? ¿Vale la pena arriesgar su capital político solo para poner la cara en una boleta? ¿Tanto miedo hay a que gane La Libertad Avanza, que un gobernador se tiene que “bajar” a una elección nacional menor?
La testimonial no es una jugada estratégica, es una muestra de debilidad. Y lo peor: podría restarle votos al mismo espacio que dice defender, porque el votante independiente, ese que podría acompañar a Jaldo en una general, no tolera más estas viejas picardías de la política tradicional.
En Buenos Aires este tipo de jugadas ya son una costumbre. El kirchnerismo las usó sin pudor, y lo volverá a hacer en las próximas elecciones, y el electorado las castigó cuando se hartó. Pero en Tucumán todavía hay margen para hacer las cosas bien. Señor gobernador: no repita los errores de otros. Usted mismo dijo que hay mujeres y hombres valiosos que pueden ser candidatos. No les niegue esa oportunidad.
Si quiere volver a ganar en 2027, guárdese para esa batalla. Tendrá que mostrar avances reales, obras concretas y gestión sólida. No despilfarre su crédito político en una lista que no va a encabezar con compromiso real. Si su espacio tiene candidatos competitivos, déles el lugar. Si no los tiene, tal vez sea momento de revisar por qué.