“El gobernante cobarde es capaz de prender fuego a su propio país con tal de reinar sobre sus cenizas”, Sun Tzu
Por SIN CODIGO
Este viernes, el Presidente Javier Milei habló a la Nación. Lo hizo sin maquillaje electoral y diciendo lo que ningún político se anima a pronunciar, menos aún en un año de elecciones: para que Argentina salga de la pobreza, para que haya crecimiento real, inversiones genuinas y empleo privado, la base es el equilibrio fiscal. Suena simple, casi de sentido común, pero es una verdad que la clase política ha ignorado sistemáticamente durante décadas.
Pongámoslo en términos domésticos: si en una familia no hay ingresos suficientes y se sigue gastando con tarjeta de crédito, pidiendo préstamos bancarios o acudiendo a usureros, la quiebra es inevitable. Entonces, hay que ajustarse el cinturón, comer en casa lo que se pueda, evitar lujos y, si hace falta, vender el auto. No hay otra. Es un período de sacrificio hasta que la deuda se paga, si no se pierde todo. Solo entonces es posible ahorrar y volver a disfrutar, pero con lo ganado con el esfuerzo propio, no con el crédito eterno. Cuando se vive de fiesta, hay que pagarla. Nada es gratis -aunque para el populismo sí-.
Argentina hizo todo lo contrario: despilfarró, emitió billetes sin respaldo, tomó préstamos que no pagó y se abrazó a la inflación. Se robó, y mucho. Y todos perdimos. Porque la inflación es un impuesto invisible que castiga más a los pobres que a los ricos, quienes siempre encuentran la manera de hacer negocios en medio del caos.
Milei insiste en que “la fiesta hay que pagarla”. Su receta es déficit cero, camino que ya está mostrando una caída de la inflación. Sabe -y lo dice- que no es fácil ni rápido, pero a diferencia de tantos que se dieron vuelta al primer viento, él mantiene su plan, incluso a riesgo de perder votos. Eso es un indicio de que su prioridad no es su conveniencia personal sino su visión de cómo Argentina puede salir adelante.
La vieja política reaparece con sus discursos de siempre: los jubilados, los docentes, los discapacitados, los médicos. Pero en sus gobiernos, esas mismas personas estaban tan mal como ahora. Y cuando les daban aumentos, la inflación se los devoraba en semanas. ¿Por qué volver a fórmulas que fracasaron una y otra vez? ¿Por qué esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo?
Milei fue elegido por cuatro años. Lo lógico es dejarlo trabajar. Si en 2027 la inflación sigue alta, la recesión es profunda y no hay créditos, ahí sí será el momento de votar por “lo viejo conocido” si es que eso todavía le suena a alguien como una buena idea.
La política tradicional no piensa en los ciudadanos, piensa en su propio poder y en sus negocios. Hoy ponen obstáculos porque saben que a Milei le va bien, y su sistema de privilegios se termina. Si al Presidente, y al país, realmente le fuera mal, no moverían un dedo: solo se sentarían a comer pochoclos y mirar la caída del Gobierno. El hecho de que lo ataquen con tanta virulencia es, justamente, señal de que está avanzando.
O como diría Don Quijote: “Ladran, Sancho… señal que cabalgamos”.
En su discurso, Milei citó al estratega Sun Tzu, hace más de dos mil años: “El gobernante cobarde es capaz de prender fuego a su propio país con tal de reinar sobre sus cenizas”.
En la Argentina, sobran ejemplos de lo segundo. Quizás sea hora de probar con lo primero: mantener el rumbo, aunque duela.