Fue el día más sangriento en la historia de Israel. “Es como un 11 de septiembre”, dijo el secretario del kibutz Be’eri, Alon Pauker, refiriéndose a los ataques de Al Qaeda en 2001 en Nueva York y Washington, pero con una diferencia: “Conoces a todos los que murieron”. 1.189 personas murieron y 251 resultaron secuestradas el 7 de octubre de 2023
El sábado 7 de octubre de 2023 era un día de conmemoración religiosa en Israel. No solo era ‘shabat’, los judíos celebraban el ‘Simjat Torá’, un día normalmente alegre en el que se completa el ciclo anual de lectura del rollo de la Torá.
Israel, más pendiente de Cisjordania en ese momento, había movilizado tres batallones desde la Franja de Gaza a Hawara para que los colonos pudieran rezar. El 70% de las capacidades militares estaban desplegadas en esa zona. El objetivo: defender los asentamientos israelíes en los territorios palestinos que la ONU considera ilegales.
Eran las 6:29 de la mañana, amanecía y el sol mediterráneo desempolvaba la árida tierra del sur del país, cuando el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recibía una llamada de su secretario militar. Empezaban a impactar en Israel cientos de misiles desde la Franja de Gaza. Con el día también se despertaban alarmas y sirenas.
Pero no solo llegaban cohetes, Hamás lanzaba un ataque sincronizado por tierra, mar y aire: en la frontera, disparos contra los puestos de control; detonaciones en múltiples puntos de la verja fronteriza, causando agujeros que ampliaban máquinas excavadoras desplazadas; cientos de personas en motos, vehículos 4×4, e incluso por su propio pie, entraban a Israel por los agujeros; parapentistas, barcos y buceadores incursionaban por toda la frontera; y drones eliminaban los sistemas de radares y sensores.
La primera línea de defensa israelí había sido desactivada. La segunda estaba todavía durmiendo.
Empezaba ‘La inundación de Al Aqsa’, liderada por Hamás, y con apoyo de la Yihad Islámica palestina. La primera operación dentro de Israel desde el año 1948. 1.400 hombres, repartidos por los 41 kilómetros de frontera, lograron entrar en 22 localizaciones, llegando a 24 kilómetros dentro del territorio israelí.
Solo unas horas antes, los combatientes de Hamás recibieron los detalles específicos de una misión, que solo conocían unos pocos mandos. El éxito fue mayor del esperado y se encontraron a primera hora de la mañana en territorio israelí, burlando la seguridad y con el equipamiento militar oponente desactivado.
Estaban libres en Israel, armados y sin respuesta. Estallaron décadas de rabia y aislamiento. Y de forma improvisada empezaron a llegar a kibutz, a bases militares y al festival de música electrónica Tribe o Nova.
En uno de los vídeos grabados por los terroristas de Hamás, y reproducido en el documental ‘7 de octubre’ de ‘Al Jazeera’, se escucha confesar a uno de ellos: “Entramos en cada rincón y con nuestros pies puros entramos en cada escondite, y no había hombres que nos combatieran”.
El objetivo inicial era conseguir rehenes militares con los que poder negociar la liberación de palestinos en prisiones israelíes, pero quisieron aprovechar la inesperada oportunidad.
Tras la neutralización militar llegaron a los kibutz: Nahal Oz, Kfar Azza, Nir Oz, Netiv Ha’asara, Sufa y el mayor y más mediático: Be’eri.
Después de una larga jornada de combates, los supervivientes esperaron 16 horas para ser evacuados. La situación fue terrorífica.
“Oímos cómo iban casa por casa disparando a la gente”, dijo Dor, miembro del equipo de seguridad del kibutz a Reuters. “Escuchamos que hablaban, gritaban ‘Allahu akbar’, se reían. Se oía el sonido de disparos incesantes de armas automáticas, de hogueras encendidas y de los gritos de los residentes del kibutz”.
Los militantes de Hamás llevaron consigo el terror a las comunidades. A su estela, también entraron civiles gazatíes, que saqueaban comunidades y supermercados a su paso.
La masacre de ‘Tribe of Nova’
Otro de los símbolos del 7 de octubre fue el festival de música electrónica ‘Tribe of Nova’ en Re’im a 5 kilómetros de la Franja de Gaza.
3.500 personas bailaban a primera hora de la mañana, cuando el caos se apoderó entre sirenas antiaéreas, el aterrizaje de parapentistas y la invasión de combatientes de Hamás en automóviles y a pie, mientras los asistentes trataban de escapar por carretera y de esconderse en refugios.
El resultado: una escena apocalíptica con una fila de coches calcinados y cadáveres.
Los militantes islamistas desconocían la celebración, pero se la encontraron de frente y aprovecharon para causar una masacre y tomar rehenes: 364 personas murieron y 40 fueron secuestradas.
“Nos escondimos y corrimos, en un campo abierto, el peor lugar en el que uno podría estar en esa situación”, dijo Arik Nani, de Tel Aviv, a The Associated Press. Había ido a la fiesta para celebrar su 26 cumpleaños. “Para un país donde todos en estos círculos se conocen, esto es un trauma como nunca podría imaginar”, dijo.
Gili Yoskovich, otra superviviente, también narró su experiencia horas después de la masacre: “Estaba tumbada en el suelo, fue el escondite que encontré. Estaban a mi alrededor e iban árbol por árbol disparando todo el tiempo. Cada vez sacaban más armas de sus vehículos, estuvieron tres horas en la zona”.