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En un nuevo aniversario del fallecimiento del fiscal, desde la fiscalía a cargo de la causa se difunden trascendidos que supuestamente avalarían la idea del asesinato, pero sigue sin poder acusar a nadie porque las evidencias indican que fue un suicidio.

Ante la falta de pruebas, a ocho años de la muerte de Alberto Nisman, la fiscalía a cargo de la causa hace el tradicional remix de versiones, hipótesis, elucubraciones, por supuesto que sin poder acusar a nadie de un homicidio inexistente.

El único sostén del expediente es un peritaje armado por la Gendarmería, en tiempos en que la ministra de Seguridad era Patricia Bullrich. Pero el fiscal Eduardo Taiano y el juez viajero Julián Ercolini se negaron sistemáticamente a que los peritos declaren bajo juramento y, sobre todo, que confronten con los expertos del Cuerpo Médico Forense, quienes sostuvieron que “no hay rastros de accionar homicida, desde el punto de vista de la evidencia médico legal”. O con los peritos de la Policía Federal, que concluyeron que “no había ninguna otra persona en el baño al momento del disparo”. O con los especialistas del Ministerio Público de Salta, que analizaron las manos y afirmaron que “sobre las muestras analizadas se hallaron partículas consistentes con residuos de disparo”.

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