Salica estuvo casado muchos años y, tras enviudar, decidió consagrar su vida a Dios a través del sacerdocio
Profundo dolor en la comunidad cristiana de la provincia por la muerte del sacerdote Carlos Salica, luego de atravesar una enfermedad que afrontó con profunda fe y entrega espiritual.
En sus últimos años se desempeñó como cura en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, donde era reconocido por su cercanía, su sencillez y su dedicación pastoral.
La parroquia donde ejercía su ministerio confirmó la noticia y publicó un mensaje dirigido a los fieles: “Queridos todos: descansa ya en el Señor nuestro querido Padre Carlos Salica. Tuvo la muerte del buen cristiano: enteramente unido al Señor, ofreció sus sufrimientos, comulgó todos los días mientras estuvo internado y perdonó las ofensas. ¡Nos cuide desde el cielo!”.
La historia de Fe cristiana de Carlos Salica
La historia de Carlos Salica se hizo pública en 2013, cuando públicamente relató su particular recorrido hacia el sacerdocio: luego de la muerte de su esposa, Rosa Chávez, con quien estuvo casado 46 años, decidió consagrar el resto de su vida a Dios.
Rosa falleció el 16 de septiembre de 2011. Antes de morir, le preguntó a Carlos qué haría cuando ella ya no estuviera. Él prometió dedicar su vida por completo al servicio pastoral. En cumplimiento de esa promesa, pidió ser admitido al sacerdocio y fue ordenado el 22 de noviembre de 2013, tras 16 años de servicio como diácono permanente.
Su cáliz sacerdotal guardaría un símbolo único: los anillos de su matrimonio, fundidos en el vaso sagrado. “Siempre he dicho que el amor de los esposos es la continuación del amor de Dios”, expresó en aquel momento.
Antes de ser sacerdote, había acompañado comunidades durante décadas como diácono. Bautizó a sus dos nietas y celebró el casamiento de una de sus hijas. Su familia recordó que, en sus años de misión, visitaban juntos capillas humildes: su esposa tocaba el órgano, él celebraba la Palabra y sus hijas cantaban en el coro.
Además de su labor pastoral, fue profesor y director del Colegio Sagrado Corazón, mientras servía en distintos barrios y localidades donde no había sacerdotes disponibles. Llevó adelante su servicio en Pacará, San Andrés, San José, Nuestra Señora de las Gracias, San Roque y Espíritu Santo, entre otros espacios.
El Padre Salica solía decir que la clave de su vocación era el amor: “Cuando uno se enamora, hace cualquier cosa por la persona que ama. Hay que enamorarse de Cristo, abandonarse en los brazos de Dios”. Como sacerdote, aseguraba que podría entregarse “a tiempo completo”, sin dejar de lado a su familia.
La muerte del padre Carlos Salica generó una inmediata reacción de cariño entre fieles, sacerdotes y vecinos de las comunidades donde ejerció. En redes sociales se multiplicaron mensajes que recuerdan su humildad, su servicio y su particular historia de vida, atravesada por la fe y el amor familiar.
Hoy, Tucumán despide a un sacerdote que fue también esposo, padre y abuelo, y que transformó su propia historia en una entrega total al servicio de la Iglesia. Su legado perdurará en cada comunidad que acompañó y en quienes lo recordarán como un hombre de fe profunda y de entrega incansable.
