Fue vicepresidente de George Bush hijo durante sus dos presidencias
Cheney, de 84 años, murió este martes a causa de una neumonía y luego de sufrir complicaciones con enfermedades cardíacas que padecía hace tiempo.
Conocido por su gran influencia en la política interna de Estados Unidos, se consagró como el 46° Vicepresidente de Estados Unidos, en 2001, y acompañó a Bush en sus dos mandatos.
Si bien su carrera política comenzó casi dos décadas antes, el camino de Cheney dentro de la Casa Blanca inició en 1989, cuando fue nombrado secretario de Defensa por George Bush padre.
Bajo ese rol es que dirigió el Pentágono durante la guerra del Golfo de 1990-91, donde el ejército estadounidense expulsó a las tropas de Irak de Kuwait.
Cuando Bush hijo comenzó su carrera presidencial, buscó su ayuda para encontrar un candidato a la vicepresidencia. Luego de algunos vaivenes, George W. Bush se inclinó por Cheney como compañero de fórmula.
Desde el principio de ese mandato, Cheney y Bush hicieron un pacto tácito en el que el flamante vicepresidente dejaría de lado las ambiciones por ser el jefe de la Casa Blanca, y, en paralelo, mantenía un poder comparable en algunos aspectos al de la presidencia misma.
En el Capitolio, Cheney trabajó por los proyectos del presidente en los pasillos que había recorrido como congresista conservador y como el número dos de la Cámara de Representantes.
Durante su tiempo en el cargo, la vicepresidencia dejó de ser un puesto ceremonial. Lo convirtió en una red de canales secundarios desde los cuales podía influir en la política sobre Irak, el terrorismo, los poderes presidenciales, la energía y otros pilares de una agenda conservadora.
Durante los meses posteriores al atentado a las Torres Gemelas, Cheney operó desde ubicaciones no reveladas, separado de Bush para asegurar que uno u otro sobreviviera a cualquier ataque posterior contra el liderazgo del país.
Sobreviviente de cinco ataques cardíacos, Cheney pensó durante mucho tiempo que vivía con tiempo prestado y declaró en 2013 que ahora se despertaba cada mañana “con una sonrisa en mi rostro, agradecido por el regalo de otro día”, una imagen extraña para una figura que siempre parecía estar en las barricadas.
Tiempo antes reveló que había desactivado la función inalámbrica de su desfibrilador por temor a que los terroristas enviaran remotamente a su corazón una descarga fatal.
