Debut perdedor: Atlético Tucumán fue derrotado por Independiente en el primer partido de Colace como entrenador

El “Decano” sufrió una dura derrota en Avellaneda y quedó fuera de la zona de playoffs del Torneo Clausura

Peor imposible. En tiempos convulsionados para Atlético, el ciclo de Hugo Colace se estrenó con una durísima goleada, 3-0, infligida por un Independiente que había arrancado el cotejo ubicado en el último puesto de la zona.

Y justo en el Libertadores de América, frente a un equipo al que el “Decano” le llevaba ventaja en el historial y en una cancha en la que solo había caído una vez en sus últimas seis visitas.

El “cambia, todo cambia” de la famosa canción no aplica para este Atlético versión 2025: sumó su duodécima caída en rodeo ajeno, en 15 presentaciones. La partida de Lucas Pusineri no modificó lo que a esta altura es más que una tendencia.

Fue una noche para el olvido desde todo punto de vista: Atlético salió de la zona de playoffs de la Zona B del Torneo Clausura y todavía no puede librarse del todo de mirar la zona baja de la tabla anual (tiene cinco puntos más que el colista San Martín de San Juan, que tiene tres partidos por jugar), más allá de que hay muchos equipos entre medio y varios se sacarán puntos entre sí.

El inicio del partido prometió algo que unos minutos después ya no se verificó: con tres cambios (dos de ellos obligados) y un dibujo táctico (4-3-3) previsiblemente más ofensivo que el de su predecesor, el equipo de Colace se adueñó de terreno y pelota.

Pero la gasolina duró poco: antes de los ocho minutos Independiente había tenido dos aproximaciones de alto riesgo. Y la visita quedaba muy retrasada, con un latifundio por delante a la hora de contraatacar. Con todo, Atlético no renunció a su ambición de golpear primero.

A distancia, el corazón de los hinchas del “Decano” casi se detiene con esa plancha de Leandro Díaz sobre Kevin Lomónaco que pudo ser roja. De todas formas, el pronóstico futbolístico ya no era favorable para la visita en su excursión de Avellaneda.

Y con apenas cinco de diferencia, el cielo se puso rojo y llegó un chaparrón de goles extranjeros: primero una certera definición del uruguayo Matías Abaldo, tras el craso error en la salida de Marcelo Ortiz -con cierta colaboración de su homónimo Kevin, que lo comprometió-, y luego un distinguido y repentino zurdazo del paraguayo Gabriel Ávalos pusieron en la lona al equipo de Colace.

Ya entonces parecía ceñirse una goleada en el horizonte de un Atlético que lucía frágil desde lo futbolístico -cada vez más retrasado- y desde lo anímico. Y el conjunto de Gustavo Quinteros, revitalizado, seguía oliendo sangre y yendo por más. La gente se entusiasmaba, deliraba en esas gradas que hasta hace poco escenificaban el drama de una campaña pobrísima.

Colace acertó con los cambios en el intervalo. Lautaro Godoy y Franco Nicola ingresaron bien. Y el equipo mostró rebeldía ante las circunstancias.

Rey salvó por partida doble e Independiente parecía dormido, hasta que lo despertó ese gran remate de Santiago Montiel (extraordinaria atajada de Mansilla), que devino en córner y cabezazo goleador de otro extranjero, el chileno Felipe Loyola.

El partido era trepidante, de ida y vuelta. Y siguió siéndolo. La roja a Ignacio Galván terminó de liquidar el pleito. Con todo, Atlético no se rindió, siguió buscando el gol del honor y mantuvo activo a un muy buen Rey. Y después llegó el penal con expulsión para Clever Ferreira y la atajada de Mansilla a Ávalos.

Al menos dos buenas noticias para el “Decano”: Independiente no estampó el cuarto y regresó Renzo Tesuri, quien incluso pudo haber marcado el descuento.

La gente, que antes del inicio y sobre el final cantó contra los dirigentes, festejó las señales de un nuevo tiempo, el de la recuperación de un equipo que había perdido la memoria.

Atlético, más allá de sus buenas intenciones, todavía sigue perdido.   

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