Tucumán y los acoples: la burla electoral que se resiste a desaparecer

Un sistema de votación anacrónico, que solo trae dolores de cabeza a los votantes y beneficios al oficialismo gobernante, que le permite mantenerse en el poder desde hace décadas

Por SIN CODIGO

En Tucumán, la política tiene su propia picardía institucionalizada: los acoples electorales. Un mecanismo que, en cualquier democracia moderna, sería visto como una deformación del sistema, pero que en esta provincia funciona como herramienta para que el poder político se perpetúe bajo el disfraz de pluralidad.

Los acoples son esa rara figura que permite que decenas -y hasta cientos- de listas se sumen a la boleta de un candidato principal. En la práctica, lo que se vende como “más opciones” para el ciudadano, se traduce en caos, confusión y maniobra electoral. Un mecanismo tan “criollo” que solo puede prosperar en ciudades subdesarrolladas o secuestradas por un poder hegemónico.

El ejemplo más claro está a la vista: en la pequeña ciudad de Alberdi, de apenas 34.000 habitantes, el próximo 26 de octubre se votará intendente y concejales con este sistema. El resultado: casi 400 candidatos y alrededor de 30 boletas diferentes en el cuarto oscuro. Un festival electoral que en lugar de garantizar democracia, garantiza desorden y abre la puerta a la confusión y a la irregularidad.

Mientras tanto, la Legislatura provincial lleva dos años debatiendo un supuesto proyecto para “acotar” -no eliminar- los acoples. ¿Por qué no eliminarlos? Porque no conviene al oficialismo. El peronismo, dueño de la provincia desde hace décadas, ha encontrado en este mecanismo la llave perfecta para perpetuarse en el poder. Y así, el tiempo pasa entre discursos de consenso y excusas del vicegobernador, Miguel Acevedo, sobre la necesidad de acuerdos.

La contracara es lo que ocurrirá en las elecciones nacionales del mismo día: Tucumán elegirá diputados nacionales con el sistema de Boleta Única de Papel (BUP), gracias a una decisión del Gobierno Nacional. Una herramienta que simplifica, transparenta y moderniza el proceso electoral. Lo que en un lado parece lógico, en el otro sigue siendo caricatura.

La comparación es inevitable: mientras en el país avanza la transparencia, en Tucumán se sigue jugando a la “trampa”. Porque lo de la Ciudad de Alberdi no es pluralidad democrática: es una burla, una picardía, una ridiculez.

Estamos a las puertas del 2026. La pregunta es simple:
¿Hasta cuándo los tucumanos vamos a permitir que nos sigan tomando el pelo con un sistema que degrada la voluntad popular?

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