Lo intentaron con Mauricio Macri, y ahora con Javier Milei. Actúan como traidores a la Patria, porque atentar contra la figura presidencial, es atacar a todo el pueblo argentino. La caída de un presidente conlleva demasiado sufrimiento social, como se vio con Fernando de la Rúa en el 2001
Por SIN CODIGO
Tras el triunfo del kirchnerismo-peronismo en la provincia de Buenos Aires, el último domingo, la maquinaria opositora se envalentonó con un viejo anhelo: la pronta caída del Gobierno de Javier Milei.
La idea, más cercana a una fantasía golpista que a un planteo político serio, se viene instalando desde el primer día de esta Administración con un manual de operaciones que busca crear un clima de caos permanente.
El mecanismo es repetitivo: difundir en cualquier ámbito que “la economía no da para más”, que “la gente no llega a fin de mes” y que “esto es insostenible”. Una prédica machacona diseñada para corroer la legitimidad de un Presidente electo en las urnas y desgastar a su Gobierno.
Los voceros de esta estrategia son variados. Están los Grabois o los Belliboni de la vida, los gobernadores como Ricardo Quintela , y hasta operadores mediáticos que vaticinan el final inminente del Mileísmo. Basta recordar el papelón del marido de la diputada Victoria Tolosa Paz, que con pochoclos en la mano predijo que Milei caería en Semana Santa de 2024. No ocurrió, pero el deseo golpista permanece intacto y hasta exacerbado.
El peronismo tiene una lógica conocida: cuando no gobierna, apuesta a que cuanto peor le vaya al país, mejor para ellos. El último resultado electoral bonaerense ya alimenta delirios de un Juicio Político al Presidente para destituirlo, o una eventual Asamblea Legislativa que nombre a un sucesor de Milei en la Presidencia.
Ese desgaste permanente, prácticamente golpista, no solo es antidemocrático: es antipatriótico. Apostar a que a tu propio país le vaya mal para volver al poder es inaceptable, rozando la traición a la Patria.
En este contexto, el Gobierno de Milei tiene un desafío crucial: explicar con claridad qué está haciendo para sacar a millones de argentinos de la pobreza -como bajar la inflación por ejemplo-, o remarcar que, aproximadamente, el 70% del Presupuesto se van en sueldos nacionales, planes sociales, jubilaciones. Que el “Plan Platita” solo trae pan para hoy y hambre para mañana -ya comprobado en la última gestión kirchnerista con Sergio Massa como ministro de Economía. La sociedad comprobó durante dos décadas que el populismo no era solución, sino problema.
El oficialismo y los ciudadanos de bien deberán estar atentos. El kirchnerismo-peronismo no solo actúa como oposición: urde, en silencio, una emboscada institucional. El objetivo está claro: destituir a un Presidente constitucional.