La caída de quien, al no saber retirarse a tiempo, pasó de símbolo de los humildes a sospechoso de aquello que decía combatir
Por SIN CODIGO
Evo Morales fue durante años un emblema de la lucha social en Bolivia. El hijo de campesinos aymaras, el humilde dirigente cocalero que desafiaba al poder, llegó a la presidencia en 2006 como el primer mandatario indígena de la historia boliviana. Para millones, representaba el triunfo de los olvidados.
Durante más de una década, Morales consolidó poder como pocos en América Latina. Reformó la Constitución, nacionalizó hidrocarburos, y logró un crecimiento económico inédito en Bolivia, acompañado de una fuerte reducción de la pobreza. Su imagen trascendió fronteras: Evo era el rostro del “socialismo del siglo XXI”, un líder que hablaba de la Pachamama en foros internacionales y desafiaba al imperialismo.
Pero la historia del líder que parecía imbatible se fue torciendo. Su afán por perpetuarse en el poder -desconociendo incluso el referéndum que le negaba la reelección indefinida- fue el primer quiebre en la relación con el pueblo. La caída de Morales en 2019, en medio de acusaciones de fraude electoral, marcó el comienzo del fin de su aura intocable.
A partir de allí, las denuncias comenzaron a multiplicarse: corrupción, vínculos con el narcotráfico, favores políticos a redes ilegales de cocaína, e incluso causas judiciales por trata de personas y abuso de menores. El hombre que en sus inicios encarnó la dignidad indígena terminó rodeado por sombras que lo alejaron de aquel ideal.
Hoy, Evo Morales es un prófugo de la Justicia. Custodiado por unos cuantos incondicionales, permanece escondido en su propio país. Intentó mantenerse vigente en la política boliviana, pero ya no es el líder indiscutido que movilizaba multitudes. Para muchos, su trayectoria es una advertencia sobre cómo el poder absoluto corrompe y cómo la lucha genuina puede degradarse en intereses personales y oscuros pactos.
La historia de Evo es también la de Bolivia: la esperanza, la transformación, la promesa de cambio… y la caída de quien, al no saber retirarse a tiempo, pasó de símbolo de los humildes a sospechoso de aquello que decía combatir.