Después de Formosa, Tucumán debe ser el feudo más grande del país. Y seguirá siéndolo, porque la oposición tucumana es una mentira
Por SIN CODIGO
Tucumán es, quizás, una de las provincias más feudal de la Argentina. Y seguirá siéndolo mientras exista una “oposición” que, por egoísmo o por ambición desmedida, le allane el camino al peronismo para perpetuarse en el poder. En Formosa, probablemente hagan votar a paraguayos para ganar. Acá, no les hace falta votantes de otro país o ciudad, porque la “oposición” es la que colabora para el triunfo peronista.
Hace décadas que el peronismo se ríe en la cara de una oposición trucha que, elección tras elección, repite el mismo papelón. En el oficialismo pueden sacarse los ojos, insultarse, traicionarse, pero a la hora de las urnas se abrazan, hacen un “scrum” improvisado y salen a ganar.
En cambio, la falsa oposición -que fue cambiando de caras, sellos y colores- se disfraza de moralista, declama pureza ideológica y vende la ilusión de tener la fórmula para derrotar al peronismo. Pero a la hora de la verdad, se niega a unirse. ¿Por qué? Dos opciones: o son prisioneros de un ego que no les permite ceder, o son funcionales ¿pagos? del peronismo. Y cualquiera de las dos es igual de grave.
Una vez puede pasar que no se pongan de acuerdo. Dos también. Tres, si se quiere. Pero cuando durante cuarenta años nunca logran unidad, aun sabiendo que separados pierden, la sospecha se convierte en certeza.
Radicales, Fuerza Republicana, CREO, ahora los libertarios (LLA)… todos dicen querer un Tucumán distinto y desalojar al peronismo, pero ninguno da el paso para una alianza amplia. Prefieren “ir solos” aunque eso signifique ir directo a la derrota. Lo saben. Y, sin embargo, lo hacen. Entonces, ¿qué buscan?
Tucumán es un feudo donde el peronismo tiene raíces en todos los estamentos del Estado. Hay más empleados públicos que calles asfaltadas, todos puestos por un “compañero” del partido. ¿Alguien en su sano juicio cree que un solo partido, por puro purismo, va a erradicar al peronismo?
La verdad es que muchos en la oposición parecen no buscar el bienestar de los tucumanos: parecen buscar mantener su banca de diputado, legislador o concejal para seguir viviendo del Estado. Qué casualidad que Ricardo Bussi, en más de veinte años, nunca pudo sellar un acuerdo con nadie. Que José Cano, Roberto Sánchez, Mariano Campero o Silvia Elías de Pérez jamás lograron unir fuerzas -siempre hay uno que da el portazo-. Que CREO, con Paula Omodeo y Sebastián Murga, tampoco llegó a nada con otros espacios. En este último caso, formaron interbloque en el Congreso con los libertarios pero en la provincia no se pueden ver. ¿Raro, no? Que hasta LLA Tucumán, con un candidato desconocido, se dan el lujo de decir “vamos solos” como si de verdad tuvieran chances.
Mientras tanto, el peronismo juega con otra lógica: si tiene que vender a la abuela para ganar, lo hará. Y por eso gana. Porque entiende que en política se juega para ganar, no para hacer discursos de principito.
En Tucumán, si se quiere derrotar al peronismo, hay que jugar con las mismas reglas: unidad, estrategia, territorialidad y decisión. Todo lo demás es verso.
Hasta que eso no pase, los tucumanos debemos asumirlo: hay peronismo para muchos años más.