Tucumán: tierra bendita… y mugrienta

Como hijos del rigor, si no hay penalización todo lo que se intente para una ciudad limpia será en vano ¿Hasta cuándo vamos a naturalizar vivir entre la basura?

Por SIN CODIGO

Tucumán está sucia. No es una novedad, no es coyuntural, no es consecuencia de un hecho aislado. Tucumán es sucia desde hace años. Y aunque duela, hay que decirlo con todas las letras: vivimos en una provincia que ha naturalizado la mugre.

Cada vez que hay un evento masivo, como ocurrió este domingo en el Parque 9 de Julio o en Plaza Independencia durante la fiesta patria, el tema de la basura vuelve al centro del debate por unos días. Se habla, se repudia, se culpa, se indigna… pero no se soluciona. Porque el problema, como casi todo en esta tierra, es profundo, estructural y multicausal.

Acá nadie se salva: desde los barrios más humildes hasta los countrys más exclusivos, se observa la misma postal triste y repetida: bolsas abiertas, escombros, residuos domiciliarios arrojados en cualquier lado, botellas voladoras desde los autos, papeles, envoltorios y restos de comida que nadie se molesta en tirar donde corresponde.

El tucumano promedio (otra vez, sin distinción de clase) tiene muy interiorizado el hábito de ensuciar. Parte de eso viene de casa, de la falta de educación, del escaso ejemplo. Pero también es responsabilidad del Estado. Porque la basura que se ve en la calle es también reflejo de años de abandono y desidia por parte de las autoridades.

Durante décadas, los diferentes gobiernos no le dieron importancia a la limpieza urbana, hay que reconocerlo. No hubo campañas serias, ni inversiones sostenidas, ni planificación real para sostener la higiene pública. En muchos puntos de la ciudad, directamente no hay tachos de basura. En otros, la recolección es intermitente o insuficiente. El barrido es esporádico. Los basurales a cielo abierto se multiplican. Y mientras tanto, la propaganda intenta convencernos de que todo está mejorando.

La Municipalidad de San Miguel de Tucumán dice estar en campaña para erradicar basurales. Bien. Pero levantar basura cada dos días no alcanza, y aunque pasen todos los días tampoco lo haría. Porque la basura no se genera sola: la generan los ciudadanos. Y si los ciudadanos no cambian su conducta, de nada sirve tener más camiones ni más contenedores.

Lo que falta -y falta gravemente- es una política de penalización efectiva. Porque el ser humano, guste o no, muchas veces sólo responde ante el castigo. En otras ciudades del mundo, tirar un papel en la calle puede costarte una multa de cientos de dólares. Acá, en cambio, nadie te dice nada. Nadie te ve. Nadie te sanciona. Nadie te educa ni te corrige.

¿De qué sirvió poner más tachos en el Parque 9 de Julio si no hay personal que controle ni castigue a quien ensucia? ¿Para qué gastar en contenedores si los siguen dejando vacíos mientras la basura queda tirada a cinco metros? ¿Por qué no hay cámaras o patrullas municipales con poder de multar?

La solución al problema de la basura en Tucumán requiere de tres pilares innegociables:
1. Educación, desde la casa y las escuelas.
2. Acción, sostenida y real del Estado, con inversión, limpieza y campañas visibles.
3. Penalización, con multas reales, visibles y ejemplificadoras.

Hasta que eso no suceda, Tucumán va a seguir siendo esa tierra hermosa, fértil, histórica… y cada vez más sucia.

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