Un nuevo accidente en las rutas tucumanas, ¿y el protagonista? el humo ocasionado por la quema de pastizales. Por suerte, no hubo que lamentar víctimas fatales, pero sí muchos heridos y pérdidas materiales
Tucumán volvió a cubrirse de humo. Otra vez. Como cada año, sin falta. La postal se repite todo el tiempo desde hace muchísimos años: campos en llamas, rutas invisibles, autos estrellados, vidas al borde de la muerte y funcionarios ausentes. La crónica de una tragedia anunciada.
Este viernes 27 de junio, una espesa cortina de humo, producto de la quema de pastizales, provocó un choque en cadena en una ruta tucumana: la Autopista San Miguel de Tucumán-Famaillá, involucrando al menos diez vehículos y dejando un saldo de quince personas heridas, entre ellas una menor de edad. El accidente causó un caos total en la circulación y, aunque por ahora no hay víctimas fatales confirmadas, es cuestión de tiempo si nada cambia.
¿Hasta cuándo? ¿Cuántos accidentes más, cuántos heridos más, cuántas muertes más hacen falta para que las autoridades de la provincia empiecen a hacer cumplir la ley?
Es imperante la intervención de las autoridades. Intervenir es multar, es encarcelar, es perseguir penalmente a los responsables de estas quemas ilegales y criminales. Intervenir es evitar, no lamentar.
El humo que se levanta de los cañaverales y fincas incendiadas no es sólo molesto: es letal. Se acumula sobre rutas donde los vehículos circulan a alta velocidad, convirtiendo el asfalto en una trampa mortal. Y sin señalización, sin presencia policial, sin medidas preventivas. Como si nadie supiera. Como si esto fuera nuevo. Como si las autoridades vivieran en otro planeta.
Pero no: viven aquí. Saben. Y no hacen nada. El Estado tucumano, una vez más, mira para otro lado. Mientras tanto, las quemas se multiplican, los accidentes se repiten y la sociedad queda expuesta a una ruleta rusa ambiental sin controles.
Es 2025, pero Tucumán parece vivir anclada en el siglo XIX. Ya no se transita en carretas ni se despachan cartas en diligencia. Las rutas son autopistas y los vehículos corren. El humo no es una molestia rural, es un factor de muerte.
Los responsables de estas quemas -grandes propietarios rurales en su mayoría- gozan de impunidad. Saben que la multa, si llega, será simbólica. Saben que no hay inspecciones reales, ni castigos ejemplares. Saben que pueden prender fuego, y que nadie los va a tocar. Y mientras tanto, ¿Quién protege al ciudadano?
Los heridos de hoy, los familiares de los damnificados, deberían considerar seriamente avanzar en una denuncia penal colectiva contra el Estado provincial. Por inacción. Por negligencia. Por abandono. Porque lo que está pasando no es un accidente: es una consecuencia directa de no cumplir con las responsabilidades básicas de Gobierno.
Es hora de que en Tucumán se termine la lógica del “así fue siempre”. El Gobierno debe cuidar. El Gobierno debe prever. Y si no puede, que pague. Que se haga cargo.
Porque el humo ya no tapa solo el paisaje. Tapa la verdad. Tapa la justicia. Tapa la vida.
SIN CODIGO