Taxis tucumanos: un servicio en decadencia, una política sin visión (o interés) y una ciudad que se queda en el tiempo

La culpa no es solo de los taxistas. La gran culpa la tienen los políticos -específicamente el Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán- que no son capaces de preocuparse y ocuparse de dar soluciones de raíz, como bajar tasas y dejar de asfixiar al trabajador

Basta con subirse a un taxi en San Miguel de Tucumán para entender que algo está muy mal. Autos deteriorados, sucios, con choferes malhumorados, mal vestidos y muchas veces fumando o en situaciones aún peores. Un servicio que, lejos de evolucionar, parece condenado a la resignación. Pero lo que más indigna es que, pese a esto, el pedido constante es siempre el mismo: subas de tarifa.

El sector está en crisis, sí. Pero la respuesta del Concejo Deliberante no es un plan de mejora ni un estudio profundo sobre la calidad del servicio: es simplemente aprobar aumentos sin exigir absolutamente nada a cambio. Ni una sola cláusula que obligue a renovar las unidades, capacitar a los conductores o mejorar las condiciones del viaje. Nada.

El panorama se agrava cuando se entiende que los concejales tampoco tienen otra respuesta frente a los problemas económicos que aquejan a la ciudad que seguir subiendo impuestos. Ni una propuesta para reducir el gasto público, ni una revisión seria de las tasas municipales que están ahogando al sector productivo tucumano. Ni una autocrítica a un esquema estatal sobredimensionado, clientelar y absolutamente improductivo.

Los taxistas, por su parte, también parecen haberse quedado en el tiempo. La llegada de plataformas como Uber o DiDi -que ya son una realidad debería haberlos motivado a competir, a mejorar, a modernizarse. Pero no. La estrategia elegida fue la de siempre: pedir prohibiciones, reclamar subsidios y llorar por tarifas más altas.

¿Y por qué no luchan para que la municipalidad baje las tasas desquiciadas que les cobran? ¿Por qué no se organizan para exigir mejores condiciones desde el lado de la producción? ¿Por qué no acceden a créditos para renovar las unidades, para tener autos limpios, choferes amables, bien vestidos, educados y que no traten mal a los pasajeros? ¿Tan difícil es entender que la única manera de sobrevivir en un mercado abierto es siendo competitivo?

El mundo cambió. La economía cambió. Y la política también. En otras partes del país y del mundo se discute cómo achicar el gasto del Estado, cómo reducir impuestos, cómo liberar las fuerzas productivas. Pero en Tucumán seguimos atrapados en un esquema populista arcaico, con concejales que legislan para la tribuna, con estructuras municipales llenas de empleados innecesarios y con un Estado que gasta lo que no tiene para sostener una red de favores políticos.

El taxi tucumano es apenas un reflejo de eso. Un servicio vetusto, sin rumbo ni liderazgo, que se hunde entre una dirigencia que no gestiona y un sector que no se renueva. Si no se entiende que la libre competencia vino para quedarse, si no se aceptan las nuevas reglas del juego, la fecha de vencimiento está cada vez más cerca.

Y lo peor no será la desaparición del taxi como medio de transporte. Lo verdaderamente grave será confirmar, una vez más, que Tucumán elige no cambiar, no avanzar y no despertar.

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