Políticos, periodistas y parte de la ciudadanía se escandalizan por las “formas” de Milei. La mayoría está acostumbrada a la mentira con buenos modales que a la verdad con frontalidad
En esta bendita República del escándalo boutique, donde la indignación es selectiva y el cinismo una religión no declarada, se ha vuelto indispensable contar con una guía de supervivencia moral para transitar estos tiempos tan violentamente honestos. Porque claro, no es lo mismo mentir con modales que decir la verdad a los gritos. Y eso en Argentina, no se perdona.
Por eso, presentamos el flamante Manual de Catadores de Formas (CdeF). Un compendio ético-estético para todos aquellos que desean seguir lucrando, manipulando y saqueando, pero con buena educación, servilleta de tela y tono moderado.
Lecciones básicas del Catador de Formas promedio:
1. El contenido es secundario. Lo importante es cómo se dice. Usted puede vaciar un país entero, pero si lo hace sin levantar la voz y con sonrisa de estadista escandinavo, será venerado como un prócer. Pero si osa decir la verdad sin filtro, prepárese para ser crucificado por “violento”, “desequilibrado” o, peor aún, “poco institucional”.
2. Nunca diga la verdad. La verdad es grosera, lastima, incomoda. En cambio, una buena mentira bien dicha, con tono conciliador y palabras como “consenso”, “diálogo” y “institucionalidad”, abre todas las puertas. Inclusive las de los paraísos fiscales.
3. Hable de justicia social. Eso sí, asegúrese de hacerlo desde un spa en Punta del Este o mientras factura con ONG’s que llevan nombres de próceres muertos. Utilice a los pobres como escenografía, jamás como destinatarios reales de políticas públicas.
4. Sea empático, pero cínico. Salude con afecto, saque selfies con jubilados, abrace niños en campaña. Luego, cuando nadie lo ve, ajuste, recorte, y asegúrese de mantener intactos los privilegios de la casta que tanto dice combatir.
5. La libertad de expresión es sagrada. Siempre y cuando se exprese a su favor. Caso contrario, active la maquinaria de carpetazos, trolls, editoriales moralistas y periodistas alquilados con sueldo del Estado.
6. Acuse siempre a los demás de autoritarismo. Usted puede haber gobernado a fuerza de decretazos, piquetes tercerizados y aprietes judiciales. No importa. Lo esencial es parecer democrático. Las formas, siempre las formas.
7. Nunca olvide su disfraz. En público, piel de cordero: sonrisa inclusiva, discurso inclusivo, foto inclusiva. En privado, instinto de zorro y puñal bajo el poncho. Porque lo importante no es la ética, sino la estética del poder.
Mientras tanto, Milei grita. Dice las cosas como las piensa. Habla con la violencia cruda del que no aprendió a camuflarse. Y eso, en una sociedad entrenada para preferir la mentira con moño, es inaceptable.
Porque aquí, la verdad es un escándalo. La mentira elegante, un arte. Y la hipocresía, un valor nacional.
TICHO para SIN CODIGO