Mientras no surja alguien con un fuerte liderazgo y que tenga como objetivo sacar a la provincia de la decadencia, sin tener que “transar” con ningún seudo opositor que solo le interese “el cargo” (pelea de egos), quitarle al peronismo el poder será difícil pero no imposible
La pregunta clave sigue en el aire: ¿Podrá Tucumán romper el círculo de un Gobierno que ha transformado la política en un feudo? La respuesta dependerá, en gran medida, de la capacidad de un nuevo líder opositor para construir una alternativa real, y del despertar ciudadano frente a una realidad que, pese a la propaganda oficial, se vuelve cada vez más insostenible.
Desde hace más de 40 años, el peronismo gobierna Tucumán con un modelo que ha convertido a la provincia en un bastión prácticamente inexpugnable. No se trata solo de la continuidad electoral, sino de un entramado de poder donde la Justicia responde -en gran medida- al oficialismo; los medios periodísticos dependen de la pauta estatal -donde terminan siendo empleados del poder, callando las injusticias y lo importante, transformándose en agentes de publicidad gubernamental-; la oposición es fragmentada y cooptada; altísimo índice de empleados públicos -profesionales o no- que los imposibilita a “ventilar” la corrupción; y el narcotráfico se expande con la complicidad -en muchos casos- de quienes deberían combatirlo. En este contexto, disputar el poder no solo es difícil, sino que parece casi imposible.
Un sistema blindado
El dominio del peronismo en Tucumán no se basa únicamente en los votos. La Justicia provincial ha demostrado, en reiteradas ocasiones, su alineamiento con el poder político, garantizando impunidad para los oficialistas y obstáculos para la oposición. Casos de corrupción quedan en el olvido, mientras que los opositores enfrentan trabas judiciales, persecución fiscal o campañas de desprestigio.
Los medios de comunicación, en su mayoría dependientes de la pauta oficial, ejercen un rol funcional al Gobierno. El periodismo crítico es escaso -o nulo- y, cuando aparece, suele ser hostigado o minimizado por la maquinaria mediática oficialista.
Una oposición debilitada
El peronismo ha perfeccionado el arte de dividir a sus adversarios. A través de incentivos económicos, cargos o directamente presiones, ha logrado cooptar a dirigentes opositores, debilitando cualquier intento de construir una alternativa real de poder. En cada elección, las listas opositoras aparecen fragmentadas, facilitando el triunfo del oficialismo. ¿No hay ningún tucumano de bien, que ame tanto a la provincia y que sea capaz de liderar una movida para poder sacar del pozo en que se encuentra? Que ame más estas tierras que al Dios Dinero, y no se deje comprar, porque No Todo Tiene Precio.
Narcotráfico y política: una relación peligrosa
En los últimos años, Tucumán ha visto un crecimiento alarmante del narcotráfico, que ya no es un fenómeno aislado sino una estructura enquistada en la sociedad. No se trata de pequeños vendedores callejeros (narcomenudeo), sino de una red que operaría -en muchos casos- con protección política. Desde barrios enteros controlados por narcos hasta sicarios que ejecutan crímenes por encargo, la provincia se ha convertido en un territorio donde la droga fluye con impunidad. Solo caen “perejiles” “soldaditos”, y los “peces gordos” andan de traje y corbata.
Se sabe que las bandas narco no podrían operar sin la complicidad de sectores del poder. Lamentablemente, algunos funcionarios, jueces y miembros de las fuerzas de seguridad miran para otro lado (es difícil obtener pruebas porque nadie se anima a hablar) o, peor aún, participarían activamente del negocio. La política no solo permitiría la expansión del narcotráfico, sino que se beneficiaría de él: ya sea mediante financiamiento de campañas, compra de lealtades o directamente como parte del sistema de control social que mantiene a la población sumida en la pobreza y la dependencia.
Pobreza y educación: las claves de la manipulación
Tucumán es una de las provincias con mayores índices de pobreza del país. Según datos recientes, más de la mitad de la población vive en condiciones precarias, dependiendo en gran medida de los planes sociales y empleos estatales. En este contexto, el clientelismo se convierte en una herramienta de control social: quien depende del Estado para subsistir difícilmente votará contra quienes le garantizan su sustento, por precario que sea.
La educación, clave para el desarrollo de ciudadanos críticos, tampoco es una prioridad. Tucumán registra problemas estructurales en su sistema educativo: deserción escolar, bajos niveles de aprendizaje y falta de infraestructura adecuada. Un pueblo sin educación es un pueblo más manipulable, y el poder lo sabe.
¿Hay una salida?
Por supuesto que hay salida. El panorama parece desalentador, pero no irreversible. Para que la oposición logre desafiar al poder, necesita consolidar una estrategia unificada con un liderazgo fuerte, articular un discurso convincente y, sobre todo, conectar con la sociedad más allá de la coyuntura electoral. Sin embargo, esto requiere tiempo, organización y coraje para enfrentar un sistema que no escatima recursos para perpetuarse Y HACER CALLAR.
TICHO para SIN CODIGO